Chiringuitos

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

Mariscal

20 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La palabra chiringuito es de origen cubano, allá por el siglo XIX los trabajadores de las plantaciones de caña hacían un receso para tomarse un café de manga (en su caso lo hacían con una media) y al chorrito que salía al exprimirla le llamaban chiringo; posteriormente se habilitaron cabañas de hojas y cañas donde descansar a las que llamaban «chiringuitos».

El término lo importa en 1913 el periodista César González Ruano, que escribía en un local situado en la playa de Sitges al que denominaba chiringuito; aunque los malagueños hacen valer su propiedad dada la existencia desde 1882 de un local en la playa llamado Miguelito: er de las sardinas.

Sorprende que la RAE aún no haya incorporado el significado de: «Ente o despacho político montado para colocar amiguetes». El reciente abandono del que tenía Toni Cantó en Madrid es uno de los chiringuitos donde abrevan tantísimos políticos. A la Oficina del Español (que nadie acaba de entender qué pinta teniendo el Instituto Cervantes), tan criticado por la oposición madrileña, se añaden millares con funciones igualmente borrosas. Chiringuitos como la Dirección general de políticas palanca para el cumplimiento de la agenda 2030, cuyo director de 38 años, que estuvo trabajando en Renfe y de cartero (actividades ambas más que necesarias), pasó a cobrar 86.000 euros al año más dietas.

Otros se titulan Oficina Nacional de prospectiva de estrategia de país a largo plazo (96.000 euros de vellón); Dirección General de políticas para la soberanía alimentaria, dirigida por un hombre de 39 años que tiene la EGB, ESO y Bachillerato de Artes y oficios; Dirección General de política lingüística de Aragón (fabla aragonesa), y un montón más en todos los niveles administrativos y colores políticos. El chiringuito político es transversal. Alá vai a cuota de autónomos.