El delito de ser mujer

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

JAMES ROSS | EFE

02 oct 2022 . Actualizado a las 12:43 h.

Sigue siendo un delito. No disimules. No hace falta mirar hacia Irán. Es cierto que allí están en la Edad Media. Es trágico. Una policía de la moral que te detiene por maquillarte, por llevar mal el velo. Una atrocidad. Lo contó Ryma Sheermohammadi, traductora en España, luchadora por la causa de la mujer iraní, en el programa de radio La linterna. Mientras yo conducía por el primer mundo de vuelta a casa, ella explicaba a Ángel Expósito cómo funciona la policía de la moral. Cómo detienen a cualquier chica por la calle, cómo las insultan por pintarse los labios, cómo buscan que se sientan vulnerables, que no olviden la afrenta. Cómo las atemorizan. Cómo las secuestran y las detienen por cualquier cosa. Las meten en una furgoneta y se las llevan. Como le pasó a Masha Amini. Adiós. Has criado a tu hija durante toda tu vida y no vuelve a casa. Desaparece en un suspiro por culpa de esa infame policía de la moral. La protesta por Masha se ha multiplicado en todo el planeta por diez mil. Hasta la selección de fútbol se tapó el escudo y no celebró los goles. Hasta las autoridades parecen que amagan con explicaciones que no sirven de nada. No podemos dejar de protestar. Es necesaria la indignación.

Lo de Irán es un insulto. Lo dicho, el delito de ser mujer. Pero no seamos falsos: la igualdad en todo el planeta sigue tendiendo a cero. Sí, a cero o a menos cero. Hemos mejorado muy poco o nada. La zona de sombra que sufren las mujeres es inmensa. Aquí no hay velos, pero suceden otras muchas zancadillas. Las jornadas laborales en el trabajo y en casa no son iguales. Tengo un amigo que rompió a propósito un plato en el primer lavaplatos que tuvo que poner para ayudar en casa. No volvió a poner otro. Tiene narices la expresión: ayudar en casa. Los millones de medallistas olímpicos que tenemos en este país por bajar la basura para fumarse un pitillo y tomarse una caña.

Queda todo por hacer. Coexisten sin complejos el machismo, el micromachismo y el maximachismo. Denunciamos lo de Irán y nos quedamos tranquilos. Pero ¿qué sucede en España? Lo cuenta muy bien el escritor José Ovejero a mi compañera Ana Abelenda en la entrevista que le hizo para el Fugas de La Voz. Aunque Samantha Hudson vaya a Pasapalabra como invitada, el infierno doméstico, el infierno en el colegio sigue siendo el mismo o parecido. No es Irán, pero… Escuchen, escuchen a José Ovejero, que nos desnuda: «Toda mi educación afectiva es machista, homófoba. Lo peor que podías ser en mi colegio era maricón. Eso te hace cultivar un aspecto de masculinidad en el que evitar cualquier sospecha. La cercanía con las mujeres estaba marcada por cómo debía ser, una actitud de conquista, de utilización sexual… Yo vengo de ahí, esa es mi experiencia inicial del mundo. Y siempre me he sentido incómodo con ella». Al fin, uno que es sincero. Y lo peor de todo es que muchos jóvenes son peores que sus padres. Usan el móvil como elemento de dominación. Escuchen las letras de algunas canciones. No es Irán, pero...