«Pijus magníficus»

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

04 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con todos los amigos que hablé este fin de semana, no hubo silla ni barra en que no saliera a relucir la infidelidad del novio de Tamara Falcó, lo que demuestra la verdad del concepto freudiano de «pulsión escópica» del ser humano o el goce que produce mirar por el ojo de la cerradura y espiar la vida del otro.

Da igual quién sea, el vecino o la Presley, el goce está en la comparación de la vida del otro con la de uno. Interesa cómo viven, cómo disfrutan y cómo padecen; no solo por la historia en sí, que puede ser más o menos apasionante, sino porque mirando la vida del otro se activan las llamadas «neuronas espejo» que nos hacen sentir lo que siente, y eso a veces asusta y otras coloca.

Todo aquel o aquella que haya sufrido el desengaño amoroso de una infidelidad inesperada se sentirá concernido en la historia de Tamara, y me temo que somos la mayoría. ¿Sufre como yo sufro? ¿Será capaz de perdonarle? ¿Caerá en un pozo depresivo que eclipsará su glamur? En los corrillos a los que asistí cada uno expresaba su opinión y casi todos empatizaban emocionalmente con Tamara reverberando en su pena, su frustración y un dolor empapado de culpa por no haber atendido las verdades de su madre —que de eso sabe largo—, que le advirtió repetidamente. Pero el amor es ciego.

A mí me interesa más el ex pretendiente. Íñigo Onieva es un ejemplar de una subespecie humana legendaria: el pijus magnificus en su variedad de empresario de la noche con muchos efectos especiales y seguridad en sí mismo.

Pobre Íñigo, los pijus magníficus como él siempre pierden su gran oportunidad por no pararse a pensar un poco y guardarse la gallarda.

No contaba con que Tamara tiene fe y eso alivia mucho.