Las emociones económicas

Fernando González Laxe EXPRESIDENTE DE LA XUNTA

OPINIÓN

Vega Alonso del Val | EFE

05 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Empiezan a tomar cuerpo las teorías que señalan que los ciclos económicos se guían por las emociones. Pero, ¿qué son y cómo influyen? Richard Firth-Godbehere nos indica que las emociones son un puñado de sentimientos que condicionan nuestras actuaciones. También apunta que no es una idea moderna, sino que posee un amplio historial; pues desde Platón se viene hablando de su relevancia y su capacidad de influencia. Tal es así que se han utilizado diferentes términos a lo largo de los distintos momentos históricos. Por ejemplo, se habló de los temperamentos (formas en las que los sentimientos de las personas les hacen comportarse); de las pasiones (sentimientos que experimenta en principio el cuerpo, pero afectan al alma); y de los sentires (sentimientos que uno alcanza cuando ve algo hermoso o alguien actúa de manera inmoral).

Ante este cúmulo de interpretaciones, no cabe duda que los regímenes emocionales subrayan rasgos de distinta naturaleza, pero que son ordenados jerárquicamente, como si vinieran impuestos por algún tipo de autoridad superior, ya sea Estado, religión, creencias filosóficas, códigos morales u otras.

Los recientes informes procedentes del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, así como las declaraciones de los presidentes de la Reserva Federal Americana o del Banco Central Europeo, corroboran lo expuesto. Insisten en las altas probabilidades de una recesión, aventuran tasas de crecimiento negativas de la economía, advierten de la contracción de los ciclos y pronostican etapas nada halagüeñas. Esto es, desean imprimir un sesgo a nuestros comportamientos. Quizá para autojustificarse, dadas sus fracasadas actuaciones pasadas.

En la teoría de las emociones, las personas reaccionamos con tolerancia, paciencia infinita y, sobre todo, gobernando nuestra conducta. Por eso es fácil colegir que las emociones han ido forjando el mundo en que vivimos; en la medida en que hemos ido sentando las bases de los motores del cambio. En este sentido, tanto las emociones como las concepciones cambiantes derivadas de las mismas, contribuyeron a dar forma a las sociedades.

Pero adaptarse y ajustarse a la realidad no es fácil. De una parte, las emociones no son universales, pues cambian de una cultura a otra, de un período a otro. Se diferencian por la forma, intensidad y experiencia. De otra parte, las emociones son sentimientos que experimentamos cuando observamos una perturbación en nuestro ámbito y cabeza; muy en línea con el denominado pathè de Platón.

Finalmente, cuando las instituciones económicas mencionadas intentan canalizarnos hacia una senda de aceptación económica prefijada, hay que resaltar que las emociones son muy complejas —no se reducen a un solo estímulo— y ubicuas, pudiendo etiquetarlas de forma diferentes. Y, claro está, cualquier orientación que deseen fijar las instituciones económicas mundiales puede caer en saco roto, puesto que las emociones percibidas tienen su historia; y los intentos de manipulación de las emociones pueden dar lugar tanto a situaciones buenas como malas. En suma, las emociones nos permiten conocer tanto el pasado como aventurar el futuro.

Keynes lo expresaba de una forma complementaria en su famoso libro Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero: «Las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocados, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad, el mundo está gobernado por poco más que eso».