Luis Enrique y la soberbia

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

PAUL CHILDS | REUTERS

05 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Solo la metáfora hace perdurable un estilo. Y solo el estilo hace perdurable una obra literaria. La última frase es una apreciación personal. La anterior pertenece a Marcel Proust. Era un apasionado que, enfermo, se encerró en una habitación a escribir la novela con más metáforas de la historia: En busca del tiempo perdido. Aunque hay muchos que consideran un anglicismo la traducción y prefieren A la busca del tiempo perdido. A mí me da igual. Todavía hoy mantengo el hábito de leer a Proust. Imagino que Luis Enrique no se prodiga en la lectura del maestro francés. Lo de Luis Enrique son las nuevas tecnologías. Lo ves sentado, alborotado, en una silla de esas que usan los youtuberos o influencers o streamers, que son una especie de predicadores que parolan sobre la fatuidad del tiempo nuevo. Viven de ello. Un misterio que se me escapa. Ya no soy capaz de razonar como razonan los hijos del milenio. No importa. Como no importa que Luis Enrique no lea a Proust. Zapatero dice que lee a Borges, pero he leído el libro que ha escrito sobre Jorge Luis y me ha producido un cierto asombro intelectual. Por no decir vergüenza. Pero a quién le importa Borges, últimamente solo a Zapatero y a mí mismo. Vayamos con Luis Enrique. No se cura un sufrimiento sino a condición de soportarlo plenamente. La sentencia es también de Proust. Confieso que soy de esos que sufre cada vez que escucho a Luis Enrique. Me produce un ardor interno. Sin embargo, prefiero soportarlo plenamente antes de cambiar de canal. Quizá de este modo se cure mi sufrir.

Mañana jugamos a las cuatro de la tarde, una hora antes del poema de Lorca: «Eran las cinco en punto de la tarde./ Un niño trajo la blanca sábana/ a las cinco de la tarde». Digo jugamos porque España es nuestra selección, la nacional, y el plural mayestático suele emplearse en estas ocasiones. Jugamos contra Marruecos. A pesar de Luis Enrique. No hablo de su calidad como entrenador, sino de la dificultad que le supone a España emplear el plural mayestático: por culpa de Luis Enrique, precisamente. Ha dividido al pueblo. Y no se ve una bandera de España por ningún lado. En Verín hay más banderas brasileñas o marroquíes que españolas. Por algo será. Y todo esto, que parece una fruslería más, una bagatela sin importancia, viene a cuento porque se nos ha partido el corazón otra vez. España es un concepto abstracto que el día menos pensado, por políticamente incorrecto, desaparecerá de los diccionarios. Se la han cargado. Y todo por la soberbia. La soberbia venció a la Armada Invencible. Y la soberbia nos ha vencido un poco a todos nosotros. Por eso Luis Enrique es así. Porque es el justo heredero de nuestra historia. Él, como Sánchez, también pasará a los anales. Uno por desenterrar a Franco. El otro por la metáfora, que es lo único que hace perdurable un estilo. El suyo es la acritud, la aspereza. O la soberbia.