Cinco formas de esperar

OPINIÓN

WANA NEWS AGENCY | REUTERS

20 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Grandes autores escribieron sobre la espera y la esperanza: San Agustín, Miguel de Unamuno, Laín Entralgo, Ortega y Gasset, Antonio Machado, Nietzsche, Ernst Bloch y tantos otros. Todos ellos han sabido iluminar —de una forma u otra— la hondura psicológica y filosófica de la esperanza, esa nostalgia de una vida más bella y bondadosa que anida en nuestro interior. «Y solo en la esperanza me confío», dejó sentado Quevedo en uno de sus sonetos.

Es cierto, la esperanza abre camino en medio de la desazón, la incertidumbre, la oscuridad y la melancolía: a veces de una forma un tanto ingenua, casi poética; la mayor parte de las veces a sangre, sudor y lágrimas. No es tarea fácil. Menos aún en estos tiempos convulsos: ahorcamientos públicos en Irán bajo el cargo de «enemistad con Dios»; los desaparecidos en la Nicaragua de Daniel Ortega y su mujer, la vicepresidenta Rosario Murillo; los más de mil presos políticos que permanecen en cárceles cubanas tras las protestas antigubernamentales de julio del 2021, entre los que se encuentran 34 menores; la barbarie de la guerra en Ucrania.

«Dime cómo florece en tu mente la esperanza, y de dónde proviene», le pregunta Beatriz a Dante cuando este va a pasar del octavo al noveno cielo, es decir, cuando va a remontarse sobre la última de las esferas a la que pueden llegar los más gloriosos de los espíritus humanos, pues el noveno cielo pertenece ya a los espíritus angélicos. No olvidemos nunca esa pregunta, porque hay formas de esperar traicioneras, auténticos sucedáneos o directamente falsas, en cualquier caso alienantes: la espera desesperanzada, la espera indiferente, la espera impaciente, la espera narcisista y la espera que anhela revancha. Sea la nuestra una espera activa, comprometida, paciente, comunitaria y misericordiosa; una espera con esperanza.