Ciberfatalismo

OPINIÓN

ABIR SULTAN | EFE

12 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada en nuestro actual modo de vida se puede concebir ya sin las tecnologías digitales: resultan casi tan vitales como el aire que respiramos. Este fenómeno, como todo lo humano, presenta sus debilidades y fortalezas, que conviene identificar con la suficiente humildad y rigor para no incurrir ni en el ciberoptimismo de algunos (los trans y poshumanistas) ni en el ciberfatalismo de otros (Byung Chul Han, por ejemplo). Aldous Huxley y George Orwell vuelven a vender miles de ejemplares de sus ya legendarias novelas; y no es malo, siempre que nuestra reflexión vaya más allá de ellas. Nos ayuda en ese análisis el trabajo que recientemente ha publicado Pablo García Mexía en la Revista de las Cortes Generales y que está en la base de mis reflexiones.

Decía Ortega y Gasset que «el bienestar y no el estar es la necesidad fundamental para el hombre, la necesidad de las necesidades». ¿No contribuye decisivamente la tecnología a ese bienestar? ¿No es lo tecnológico lo verdaderamente humano? La tecnología no es lo que el ciberfatalismo piensa que es; hay que reconocer que la tecnología configura a la persona en su misma esencia. No necesitamos del victimismo filosófico, ético y social para afrontar los riesgos de las nuevas tecnologías, que no es más que otro discurso populista, como subraya García Mexia: no es racional mantener una actitud catastrofista por los peligros potenciales que pueden acompañar a los grandes cambios tecnológicos. El enfoque que necesitamos es el de la deliberación prudencial, que está asentado en las sólidas bases de la ética de la virtud, la caridad/fraternidad política y la antropología relacional.