Ione Belarra está en contra de la guerra y a favor del diálogo. Como usted y como yo. Por eso no quiere que España envíe tanques a Ucrania. Prefiere arreglar las cosas por las buenas, sentarse con Putin y decirle, «mira, esto no se hace así, tienes que ser más amable y aprender a compartir», y si el moderno zar no está de acuerdo, mandarlo al rincón de pensar. Pero me temo que Putin, en lugar de obedecer, lanzará una nueva andanada de misiles contra la población civil. Ahora hemos descubierto que el Ejército tenía guardados en un garaje cincuenta Leopard obsoletos y sin pasar la ITV, como los industriales portugueses del textil, que atesoran en sus naves asombrosas colecciones de coches clásicos. Pero los van a arreglar para Ucrania. Y digo yo, ¿no me podrían dar uno a mí? Yo, como Loquillo, para ser feliz necesito un tanque, y los Leopard parece que son el Rolls-Royce de los tanques. Ya me veo por el Cantón, yendo a Correos a echar una carta sin sello o a mi banco a pedir que me bajen las comisiones. A ver quién es el chulito que me dice que no. Y, sin embargo, mi sueño lo hace realidad el librero Manuel Arenas, que todos los veranos se pasea en un carro de asalto, Cantón arriba, Cantón abajo, vestido del general Montgomery, Monty para los amigos, mientras celebra el aniversario de alguna batalla de la Segunda Guerra Mundial. Unos tanto y otros tan poco. Voy a escribir a Margarita Robles, por si le sobra uno. Y a Ione Belarra, para que me apoye.