Gusanera

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

No disponible | EFE

21 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Anda la gente soliviantada en bares y cenáculos con el último escándalo del fútbol, otro episodio más del inagotable culebrón futbolero. Los clubes, la federación española y la primera Copa del Rey nacieron del deseo de jugar sin ningún tipo de ánimo de lucro allá por 1913. En sus inicios el fútbol no se consideraba un negocio, sino más bien una diversión, pero es tal la pasión que desata en practicantes y espectadores que no tardó mucho tiempo en convertirse en una actividad que no ha dejado de medrar. Un negocio borroso repleto de intereses y regalías muchas veces delictivas, como corresponde a este tipo de sectores que comercian con las emociones y los sentimientos identitarios. El fútbol es una actividad económica redonda como el balón y no es de extrañar que atraiga a todo tipo de malandrines, ventajistas, pícaros y bribones ávidos de obtener pingües beneficios al primer toque. A nada que usted repase la historia de los presidentes de clubes relevantes, verá que el perfil habitual es de lo más sospechoso: empresarios de aluvión, oligarcas del este y del desierto, chinos mandarines y fondos buitres leonados.

Alrededor de tal elenco han crecido los jugadores «galácticos» —con pibones de alta costura, Ferraris, yates y lujos asiáticos—, que han venido a dotar este noble deporte de una pátina mundana que apesta. Hasta los años ochenta apenas se conocía nada de la vida extradeportiva de los astros del fútbol. Esa red de intereses, prebendas, televisiones, periodismo extradeportivo, contubernios y palcos vip, lo han convertido en una gusanera que desborda lo deportivo. Y el barçagate no es más que su derivada política. La prensa catalana pasó por alto el 3 % y también este asunto. Champán y circo. ¡Viva el fútbol!