Europa y sus autos locos

Manoli Sío Dopeso
M. Sío Dopeso SERENDIPIA

OPINIÓN

Oscar Vazquez

25 mar 2023 . Actualizado a las 10:18 h.

Todo empezó con el dieselgate urdido por Volkswagen y una ingeniería capaz de engañar a los robots medidores de humos, al conseguir que sus coches parecieran más limpios de lo que realmente eran a la hora de pasar el control de emisiones. Tan ingenioso como fraudulento, el escándalo le costó caro al fabricante alemán y ahora lo están pagando caro todos los constructores. La Comisión Europea, abochornada por el escándalo, decidió limpiar la imagen de su todavía potente industria del automóvil, obligándola a enarbolar la bandera de la lucha mundial contra la descarbonización del automóvil. Y lo hizo a lo hooligan, marcando un apretado y surrealista calendario de hitos que culmina en el 2050 borrando por completo de las carreteras europeas la más mínima partícula de CO2 emitida por un tubo de escape. De hecho, según esa polémica hoja de ruta, a partir del 2035 los coches que se vendan en Europa ya ni siquiera tendrán tubo de escape, porque serán todos eléctricos. Al menos ese era el plan, en formato de ley, aprobado ya por el Parlamento comunitario, al que le queda por superar un último trámite: el visto bueno del Consejo de Europa, que lo iba a hacer oficial el pasado 7 de marzo, y que 24 horas antes del «sí quiero» pisó el freno, ante la amenaza de bloqueo de Alemania, defensora de los coches de ecocombustión en los que trabajan Porsche o BMW.

Francia (Stellantis y Renault), en donde el desarrollo del coche eléctrico corre que se las pela, y va cinco años por delante del calendario de Bruselas ha puesto el grito en el cielo por el veto de Alemania. El resultado es que la hoja de ruta de la descarbonización del automóvil se ha revelado como un gran conflicto de intereses de los países líderes del sector y sus fabricantes, en el que España, segundo mayor productor de coches del continente, parece no tener nada que decir.

Lo que está en juego no es si los combustibles sintéticos son una alternativa real al eléctrico. Se sabe que, incluso cuando estén disponibles, su precio será inaccesible para cualquiera que no conduzca un Porsche. Lo que está en juego es el futuro de la industria europea del automóvil y todo su tejido industrial. Mientras China y EE. UU. compiten en la carrera de la tecnología limpia, y se hace fuerte en las cadenas de suministro de baterías, Europa está perdiendo el tiempo y confundiendo cada día más al mercado.