
No tengo ni idea, conste. Pero imaginen que se me ocurre montar una operación para vender a la vez el servicio y el concepto de la gestación subrogada. Buscaría una figura muy popular que lleve tiempo penando en público la muerte de su único hijo y que ya no pueda engendrar otro. Imaginen, no sé, que ofrezco la exclusiva a la revista de famosos que arrasa en el mercado. La señora y la revista ya van ganando. Para cuando se publique la foto en portada y con eco seguro en todos los medios, tendría preparado un debate público, político y moral aparentón. Twitter se indignaría, pero me vendría bien, porque en esta fase necesitaré sobre todo ruido, de modo que se justifiquen las declaraciones de los políticos. Procuraría que algunos dijeran lo típico, pero nada de que el cuerpo es mío: que ya hay muchas personas en esa situación y deberíamos estudiarlo para intentar ayudarles. Haría coincidir la polémica con el nuevo código deontológico del Consejo General de Colegios Médicos y que las agencias empezaran a difundir titulares como «La profesión médica cree que la gestación subrogada altruista no es contraria a la deontología» o «Los médicos aceptan la gestación subrogada altruista». ¡Bua! Y ya, si saltan los obispos, pan comido. Con semejantes ingredientes, los telediarios de máxima audiencia dedicarían decenas de minutos a entrevistar, sin riesgos reputacionales, a los operadores de ese comercio, que explicarían con detalle el proceso y sus garantías (en tal sitio, si falla el primer intento podrá repetir usted gratis, no sé si con la misma madre de alquiler). Prime time de la mejor calidad, pero no me saldría barato. Aunque me parece que alguien me ha adelantado por la derecha.