Guionistas en huelga

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

MIKE BLAKE | REUTERS

03 may 2023 . Actualizado a las 11:03 h.

Hay pocos sectores que sean tan difíciles, competitivos e injustos como el del arte y la cultura. A diferencia de la mayoría de las profesiones, los creadores e intérpretes están sometidos a una gran inestabilidad, lo que les hace inmensamente vulnerables. No solo el camino hacia el éxito es largo y difícil, sino que poder vivir de su trabajo resulta prácticamente imposible salvo para unos pocos privilegiados. Sometidos a los dictados de los directivos de las diversas compañías, el artista apenas si tiene margen de maniobra, excepto en lo relativo a la parte creativa de su obra y, para eso, con matices. Si se rebela, es expulsado y marginado del circuito.

Por otra parte, suele argumentarse que el arte y la cultura, per se, no son parte del sistema productivo. Cierto, no producen alimentos, ni bienes de consumo, pero tampoco lo hacen, por ejemplo, aquellos que manejan los activos bursátiles y, sin embargo, suelen obtener una buena remuneración económica. Pero es que el arte sí es un negocio muy lucrativo del que, prácticamente, todas las partes implicadas obtienen beneficios, salvo, precisamente, aquellos que sostienen la industria de la cultura. Este sector genera en España aproximadamente el 2,4 % del PIB, el 3,5 % del empleo nacional, o sea, más de 30.000 millones de euros al año; mientras que, según la Unesco, a nivel mundial alcanza el 3,1 % del PIB y ocupa al 6, 2% de los trabajadores. ¿No está mal, verdad?

¿Podríamos vivir sin arte? ¿Sin poder escuchar música, leer libros, ver películas, disfrutar de una obra de teatro o recrearse en una exposición pictórica? Lo que marca la diferencia entre vivir y sobrevivir es precisamente el arte. Sin embargo, la mayoría de los artistas malviven. En los tiempos que corren, tras el parón de la pandemia, el flujo de la producción en streaming y la inteligencia artificial han precarizado más la vida laboral de los guionistas. No es de extrañar, pues, que en EE.UU. más de 11.000 guionistas se hayan declarado en huelga hasta que les garanticen un salario mínimo digno de la clase media y que se proteja su propiedad intelectual. Una propiedad que se maneja muy a la ligera y en beneficio de unos pocos, sin tener en cuenta los millones de trabajadores que solo en EE.UU. dependen de ella.