Elena

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez ESTADO BETA

OPINIÓN

Cuadro de Celeiro
Cuadro de Celeiro

25 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Melena corta, blanca y rizada, y normalmente adornada con una flor al estilo Frida Kahlo, aunque ella es más guapa. Mucho más guapa. Sin ser estridente, puede llevar un vestido o una falda y una camisa verde, naranja y amarilla, con lunares a juego, y varios collares que con su 1,60 los defiende bien. Pendientes grandes al estilo Blake Lively, una actriz de belleza evidente a la que Elena le gana por goleada.

Esta mujer, de sonrisa permanente y ojos fantásticos que destellan con su color canela (así los veo yo), tiene ese atractivo de las personas que escuchan, que sienten como suyo lo que le cuentas.

Ella pregunta y repregunta y vuelve a repreguntar para intentar ayudar o comprende tu historia. Pese a las interrupciones, la conversación se hilvana, palabra a palabra. Sin alzar la voz. Con alguna risa. Al final, cuando toca que dé su opinión, se mantiene respetuosamente firme. Si es guapa —de llamar la atención— por fuera, es vibrante por dentro. Incluso en momentos amargos en los que le flaquean las fuerzas. Quizá porque domina su cabeza. ¡Envidia me da! Esa fortaleza y su disposición de afrontar retos de gran dureza le hizo ganarse el rango de «centro de gravedad familiar», el más importante galardón.

Elena es preciosa. De corazón noble y disfrutona. Todos los días, nada más levantarse y con el desayuno frente a ella, abre el periódico y lo lee de cabo a rabo. Cada línea, cada palabra, cada noticia. Es amiga de Luis Ferrer, le encanta César Casal, sigue a Barreiro, Ónega, Rosa Paíno, Murado, Manuela Mariño... Le apasiona la arquitectura, la medicina, la literatura, la pintura y también la política. Cuando la actualidad pone el tema sobre la mesa, analiza las condiciones económicas, laborales y sociales que nos toca vivir y siempre hay, en sus palabras, una perspectiva de género, un projuventud. Le interesa lo que pasa en cada rincón de la ciudad. Esa pasión informativa hace que con ella sea muy fácil hablar. Además es ejemplo de que España —al borde de la locura electoral por la intensidad (solo) puntual e interesada de la clase política— hay personas que participan en la sociedad elevando los valores democráticos desde su puesto como directora general de su casa. Soy consciente de que en este país hay otras Elenas, pero les aseguro que la mía es única.