Multipartidismo excitante y cansino
OPINIÓN
Hace unos días, Nieves Lagares señalaba en este mismo periódico los cinco elementos que definían la reacción inmediata de Pedro Sánchez, las razones que estaban en la base de este giro de escenario en el que lo habían situado los resultados electorales. Y entre ellos, uno que habitualmente pasa inadvertido, pero es fundamental para comprender la lógica de la actuación del presidente, a saber, la idea de que los españoles utilizaron las locales y autonómicas para descargar su desafección hacia Sánchez.
Ese es el principal problema que tiene en la actualidad la estrategia del Partido Popular, volver a reinterpretar el «derogar el sanchismo» después de haberlo utilizado como línea estratégica de las locales y autonómicas; porque incluso cuando las estrategias tienen éxito no siempre son reutilizables.
Sánchez se ha equivocado al permitir la nacionalización de la campaña, porque caminaba por la misma vía que «derogar el sanchismo», porque se ponía a él mismo y no a sus políticas en el centro de la competición, y el PSOE ha sufrido el revés de ese error estratégico. Pero una vez cometido, la única salida es construir nuevos marcos para la competición política, y Sánchez ha hecho que esos marcos sean tangibles y se tengan que construir desde nuevos códigos.
Ahora el PP tiene que acertar sobre la sostenibilidad o no de esa estrategia, sobre la viabilidad de alentar modelos más constructivos o la persistencia en el recurso a emociones negativas que tanto sirven para apartar al votante del PSOE como para acercar al propio a Vox.
Sánchez tiene la difícil tarea de unir e ilusionar a un partido que acaba de ser derrotado, pero tiene la ventaja de la épica, de ser el Ave Fénix del socialismo, del que todos esperan lo peor y lo mejor, incluso cuando parece que ya no hay esperanza; pero Feijoo tiene también la tarea de ofrecer una alternativa de Gobierno en momentos en que la economía responde bien en España.
Sánchez necesita que los que están a su izquierda se unan para no dejar sin representación tanto voto como en estas elecciones, o, dicho de otro modo, para que tanto voto inútil de la izquierda no sea la simple consecuencia de una izquierda inútil; mientras, Feijoo tendrá que calmar los ánimos de Vox para entrar en los gobiernos, y dejar para después las exhibiciones de patriotismo neoclásico, para que no asuste a los votantes centrados.
Ambos añoran los tiempos del bipartidismo, menos emocionales, con menos relato, con más valor de las políticas públicas, y donde las campañas se hacían en función de los votantes que estaban en el centro y no de la clase política que deambula por los extremos.
Excitante y cansino multipartidismo.