Recapitulación

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado VUELTA DE HOJA

OPINIÓN

ED

11 jun 2023 . Actualizado a las 12:55 h.

Me he pasado algunas semanas releyendo los cientos de columnas que he ido publicando aquí en los últimos siete años. La semana que viene, acompañando el periódico del domingo, La Voz publicará un libro con una selección de esta Vuelta de hoja y tenía que escoger las que irán en el volumen. El caso es que, cuando nos releemos, a los escritores nos pasa como a los moribundos: que vemos transcurrir toda nuestra vida ante nuestros ojos. De modo que, escogiendo, releyendo y corrigiendo, he revivido todos estos domingos que hemos pasado juntos ustedes y yo en esta sección. En los textos, y en las magníficas ilustraciones de Ed Carosia que los acompañan, he vuelto a visitar los lugares que algún día tuve la suerte de conocer y sobre los que he escrito aquí: el viejo Macao, donde presenciamos la guerra de las mafias chinas; el valle de la Becá, en el Líbano, donde florece la adormidera y el AK47; Ittoqqortoormiit, en Groenlandia, donde esquimales y meteorólogos no se hablan… He regresado a lugares que solo he podido visitar con la imaginación, como la Luna o el cementerio al que van a parar los blogs olvidados de internet. He vuelto a tener delante, figuradamente, algunos objetos de los que les he hablado porque me parecía que encerraban alguna reflexión: la llave que abre la puerta de la iglesia del Santo Sepulcro, que un día tuve en mi mano en Jerusalén; los guantes de boxeo de Muhammad Alí; las servilletas de papel en las que he escrito tantos de estos artículos…

En esta relectura obligada también me he reencontrado con algunos personajes que he tenido el honor de conocer, como el cerebro gris de la CIA Vernon Walters, que un día me contó un secreto sobre la Transición española en un restaurante de El Escorial; o el cantante Luis Aguilé, que quería regalarme una de sus corbatas, pero no tenía ninguna a mano. Otros los pude observar tan solo en la distancia, como el inimitable Fernando Rey o la actriz Jeanne Moreau, a quien, para mi sorpresa, vi reír un día. También he escrito sobre mí, porque, como decía Unamuno, somos la persona que tenemos más a mano. Hemos disertado sobre pájaros, sobre la camelia, sobre la higuera, sobre libros y películas, sobre los ojos de la gran María Casares y los de la no menos grande diosa Atenea. Hemos escrutado el pronóstico del tiempo en las nubes pintadas por los grandes maestros y descrito una tormenta en Cantabria, sin más, porque una tormenta es por sí misma una historia que se cuenta sola.

Volviendo a leer todas esas anécdotas para incluirlas en el libro, en fin, he tenido la oportunidad de reflexionar sobre este trabajo y este género del artículo literario, un tipo de texto que tenía una gran presencia en los periódicos de antes, pero que hoy se practica poco. Lo cierto es que, en su humildad, permite casi cualquier cosa, incluido el experimento (digamos que es la gaseosa de la literatura). Aquí, por ejemplo, hemos intentado redactar un artículo sin la letra a, otro a base de anagramas, otro de erratas. Hemos contado una historia al revés, del final al principio, otra a base de paréntesis, otra a partir de las tachaduras de un borrador para hacer un elogio de la mancha de tinta. Porque el hecho es que de este viejo género venerable puede salir cualquier cosa. Por ejemplo, a mí ahora lo que me ha salido es un prólogo, o una antología de una antología. Pero ustedes sabrán disculpar la divagación, como tantas otras veces. Reciban a cambio mi agradecimiento por su compañía a lo largo de todos estos años, y los que queden.