El valor del silencio

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Javier Cebollada | EFE

10 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ruido. Mucho ruido. Solo falta el poeta de Úbeda, Sabina, para interpretar los coros de esta campaña electoral estridente. Se habla tanto, que ya sobran las palabras. Se habla tanto que, en ocasiones, elimino el volumen del televisor para observar gestos. El rostro pétreo, y siempre circunspecto, del presidente Sánchez o de Santiago Abascal contrasta con los semblantes más flexibles, dúctiles, de Yolanda Díaz o Feijoo. Feijoo es el que más sonríe. Sánchez lo intenta pero sus sobreactuaciones (esa forma exagerada de querer transmitir una verdad) ya no calan entre el público: mucha gente ha dejado de creerlo. Hablan y hablan. Repiten pretensiones e intenciones. Y todos procuran entre la niebla del 23 de julio una brújula que los guíe, mar adentro.

Se atribuye a varios autores (de Confucio a Keynes, y de Mark Twain a Groucho Marx) una sentencia que todos conocemos: «Es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y disipar todas las dudas». Harían bien los candidatos en repetir este aforismo cada mañana. También les vendría bien leer Biografía del silencio, un ensayo diminuto de Pablo d’Ors. Al final del capítulo 18 podemos leer: «... cuanto más llenamos la cabeza de palabras, mayor es la necesidad que tenemos de vaciarla para volver a dejarla limpia». Estamos rodeados de palabras en esta campaña electoral. Palabras que a los votantes, en ocasiones, ya les parecen una constante hipérbole. O, en el peor de los casos, un despropósito. Hoy dejaré de lado a Sánchez y Feijoo, Feijoo y Sánchez, para centrarme en la logorrea que han evidenciado otros miembros relevantes de la hermandad de la campaña, por llamarla de algún modo.

Santiago Abascal habla en exceso. Tal vez por ello pasa buena parte de sus días rectificándose a sí mismo. Sin embargo, las palabras quedan flotando en el aire y se vuelven contra él como venenosos venablos. Hay que ser muy osado para negar, como negó, la violencia machista. Hay que ser muy atrevido para inventar un nuevo sintagma (violencia intrafamiliar) que disfrace la torpeza de sus asertos previos. Hay que ser muy insensible para no ver lo que todos vemos, y él también: muchas mujeres son víctimas de la crueldad de algunos varones brutales y despiadados. Violencia machista que ha aumentado en los últimos años: a pesar del nuevo ministerio de Igualdad y sus muchos millones invertidos. Más le hubiese valido al señor Abascal, callarse. Seguir negando las autonomías o afirmando el antieuropeísmo de su formación política. Alzar su rostro y continuar con sus credos, que nada tienen que ver con las ideas conservadoras que algunos postulamos.

Y termino con la candidata más locuaz del panorama electoral, Yolanda Díaz. Algunas de sus propuestas son tan disparatadas que ya solo producen asombro. Efecto electoral, ninguno. Sumar será víctima de sus excesos verbales. Sumar, resta. Siguen prometiendo el cielo que Iglesias quería asaltar. Pero ignoran el valor del silencio.