Lo difícil es inventar el final

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Kai FORSTERLING | EFE

17 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El vizconde de Tocqueville, Alexis Henri Charles de Clérel, fue uno de los más relevantes ideólogos del liberalismo. Sus dos obras más célebres (La democracia en América y El antiguo régimen y la revolución) todavía son citadas por politólogos, juristas, historiadores y sociólogos. 

Las escribió hace casi doscientos años. De ellas podemos extraer todo un florilegio de frases célebres. Hoy me interesa una en particular: «En una revolución, como en una novela, lo más difícil es inventar el final». Cierto. Los finales tienen su encanto y, a menudo, en las novelas son muy distintos de cómo el autor los piensa. Hace cinco años, cuando llegó al Gobierno a lomos de una injustificada moción de censura, Pedro Sánchez no imaginaba el epílogo de su carrera presidencial. Él también quería obrar una revolución. Llegó para cambiarlo casi todo, o eso parecía. Y, efectivamente, casi todo lo cambió. Sin embargo, en lugar de avanzar (como dicta su lema electoral: «¡Adelante!»), España ha retrocedido de modo turbador. Apenas voy a citar la economía, porque el lector sabe que las cifras se las lleva el viento y la única cifra real, la indiscutible, es la que todos conocemos: nuestro poder adquisitivo ha sido mermado.

Basta con ir a la compra. Basta con comparar los precios de antes y los de ahora. Basta con observar el recorrido de la inflación, que antes de la guerra ya superaba los márgenes razonables. Basta saber que sufrimos la peor caída del PIB de la OCDE y que hace poco, aún, acabamos de recuperar el nivel prepandemia. Pero no. No es la economía lo que va a hundir al peor Gobierno de la democracia, según mi criterio. Los motivos de la derrota de Sánchez y su Ejecutivo, que se producirá el próximo domingo, son otros. Voy con ellos.

Sus promesas electorales no solo no las ha cumplido, sino que en muchos casos han sido lo contrario de lo que nos vendió: no estaría tranquilo con Podemos en el Ejecutivo, indultó a los que dijo que no indultaría, rebajó el delito de malversación, eliminó el de sedición, algunas de sus leyes capitales fueron impulsadas por Bildu, esos con los que nunca pactaría... porque su no, entonces, era no. Fue dos veces censurado por el Tribunal Constitucional por dos estados de alarma ominosos e ilegales. Falseó el número de víctimas del covid y hasta creó un ránking de la universidad John Hopkins que no existía. Colocó a su ministra de Justicia como fiscal general del Estado. Firmó la ley más indecente y vergonzante y humillante, la del solo sí es sí, de nuestra historia democrática. Convirtió instituciones estatales respetadas en una caricatura: Tezanos y su CIS como espejo (¿sabía usted que el primer ministro austríaco dimitió por ser acusado de manipular sondeos de opinión en su favor?). Podía seguir. No es necesario. Ahora me interesa conocer cómo va a escribir Sánchez el final de su novela. La culpa será de todos. De él, y solo de él, jamás.