Casi ocho millones de personas que, teóricamente, no confraternizan con los grupos independentistas de Cataluña (ERC, Junts) ni el País Vasco (PNV, Bildu) han votado en España con claridad: prefieren que la gobernabilidad dependa de los independentistas, en este caso de un prófugo de la Justicia, antes de que gobierne la derecha. También lo prefieren los tres millones que han sumado (Sumar resta, dije y digo) los votantes de Yolanda Díaz. Sánchez puede gobernar España apoyándose, paradójicamente, en aquellos que no creen en España. Estos días se habla de independencia y amnistía con la misma claridad con la que se ha votado. Como si usted fuera a la tienda a comprar ciruelas y manzanas, con naturalidad. Yo, y así lo escribí, no esperaba este resultado. Pero no le arriendo la ganancia a los que pacten a cualquier precio con Puigdemont. Tendrán sillón, pero la legislatura se convertirá en una tempestad. Y, bajo la tempestad, los barcos ligeros son los que más sufren. Vienen tiempos de escándalo. Pero también han sido de escándalo los cinco años anteriores. No importa. Lo único que importa es que no gobierne la derecha. ¿Por qué? Porque así nos han educado desde los años ochenta del siglo pasado, porque se ha repudiado al conservadurismo y a los conservadores (si no piensas en clave «progresista», cancelado), porque no hay un modelo sociocultural que confrontar con la socialdemocracia, porque hemos tragado el anzuelo de su marco ideológico y decimos interventores e interventoras, apoderados y apoderadas, todos y todas, con la misma gracia que ellos lo dicen. Y así todo. La derecha solo gobernará con holgura cuando esté unida o en caso de emergencia nacional: ¿recuerdan el fin de ciclo de Zapatero? No. Siete con siete millones de personas no lo recuerdan.
Dicho lo anterior, anoto evidencias. Quien ha ganado las elecciones con más de ocho millones de votos ha sido el PP. Feijoo subió en tres millones de votos y cuarenta y ocho diputados la marca del 2019. Por primera vez el ganador (PP, 137 diputados) no ha sido felicitado por el perdedor (PSOE, 121 diputados). El CIS tampoco acertó y aumentó, como siempre, el resultado socialista: predijo victoria del PSOE con 1,4 puntos sobre el PP y perdió por 1,3. Si la derecha concurriese unida, como antaño, su mayoría absoluta sería aplastante, como lo es en el Senado. A los medios de comunicación públicos, que todos pagamos, hay que recordarles precisamente eso: los pagamos todos. Nada deseo más que una España tolerante donde la pluralidad, la discrepancia y la libertad de conciencia sean la proa de la intelectualidad: el mundo de la cultura, por decirlo a su manera, es paradigma de lo contrario. Y remato con una pregunta: ¿cómo pueden alardear los socialistas gallegos de resultados cuando aquí ganaron los populares en 298 de los 313 ayuntamientos? Los alardes y la realidad no se llevan bien. Porque el número de votos es indiscutible: el 23 de julio ganó el Partido Popular.