En A Coruña muchos vecinos se refieren a dos establecimientos comerciales por las marcas que tuvieron hace veinte años. (Continente y Pryca). En Santiago también pervive popularmente el supermercado Simago y nadie se refiere al aeropuerto con su nombre oficial, Rosalía de Castro, sino con el clásico Lavacolla. Y podemos poner muchos más ejemplos de nombres persistentes en otros puntos de la geografía urbana gallega.
Si Elon Musk fuera sabio (y no solo un multimillonario emprendedor, inteligente y excéntrico) se habría dado una vuelta por Galicia antes de rebautizar Twitter por X. Si es difícil cambiar la denominación de una tienda, imagínense una red con cientos de millones de usuarios activos y que, además, se ha colado en los diccionarios con nombres, verbos y adjetivos.
El sudafricano quiere que dejemos de tuitear (chiar en galego), de poner tuits o ser tuiteros. No lo tendrá nada fácil. Por fuerzas tan poderosas y humanas como la inercia o la costumbre. Y porque los que ahora habitan su plataforma no están ahí para hacer compras, transferir dinero o alquilar coches o realizar transferencias. Dicho esto, no podemos descartar que Musk haya venido a Galicia, haya preguntado en algún bar por nombres para Twitter y los parroquianos le hayan respondido, con retranca: «Elonciño, chámalle equis».