Cuando las balas silencian las ideas

Santiago Martínez CONSULTOR POLÍTICO Y EXPERTO EN CAMPAÑAS ELECTORALES

OPINIÓN

KAREN TORO | REUTERS

12 ago 2023 . Actualizado a las 11:37 h.

No es fácil escribir estas palabras cuando un cúmulo de emociones tan grises embargan aún mi ánimo tras enterarme, ver, y asimilar un suceso tan impactante como fue el cobarde asesinato del candidato a la presidencia de Ecuador Fernando Villavicencio.

Hace casi una década aterricé por primera vez en ese pequeño país andino tan rico y tan diverso, el cual apenas sabía ubicar en el mapa, y de cuya realidad social y política no sabía más que lo que la Wikipedia contaba en aquel momento. Recuerdo esa primera vez, como recuerdo la primera vez en cada país que he visitado a lo largo de estos años, y por ello las comparaciones siempre estaban en mi mente en cada una de esas primeras visitas. Me decía, sin duda, este país ubicado en la mitad del mundo parece haber progresado mucho más que el resto de sus vecinos, y conforme se iban sucediendo los viajes era más consciente del grado de desarrollo logrado.

Siempre pensé que Ecuador era ese país poco conocido que de manera callada, y sin llamar la atención, parecía lograr romper las históricas cadenas de atraso, corrupción galopante y desigualdades sociales que siempre han asolado América del Sur. Y precisamente este país era mi destino hace unas horas, e iba a ser mi viaje número 48, para trabajar una vez más en sus elecciones presidenciales.

Ahora, como les decía, triste escribo estas palabras en mi casa tras intentar poner en orden las ideas que quiero transmitir aquí. Durante esos 47 viajes he visto el auge, desarrollo y decrepitud de un país ahora invadido por la violencia y la delincuencia organizada. He visto un país antaño orgulloso, ahora invadido por el miedo y la inseguridad. Veía un país con esperanza, y ahora veo un Ecuador invadido por los intereses de mafias y del narcotráfico.

Un asesinato impacta siempre, pero aún más cuando es la propia víctima la que ponía nombre y rostro a sus posibles asesinos. Y solo nos enteramos ahora, después de que, y parafraseando a Gabo, fuera una macabra crónica de una muerte anunciada en los platós de televisión.

Este asesinato no deja de ser la punta del iceberg de una serie de atentados deliberados contra representantes políticos, periodistas, funcionarios y líderes sociales en los últimos años, no solo en Ecuador sino en toda la región.

Me da mucha pena haber vivido en primera persona cómo ese cáncer que es la violencia sistemática va carcomiendo poco a poco al pueblo ecuatoriano, hasta el punto de cercenar la vida de una persona que decidió participar y representar a sus conciudadanos en democracia. Hoy fue Villavicencio, pero mañana lamentablemente podría ser cualquier otro. Una democracia sin seguridad es una democracia fallida, y ojalá sus dirigentes asuman de una vez que este es un problema que implica poner todos los recursos del Estado para combatirlo, también en lo social, porque de lo contrario ese Estado ya no tendrá razón de ser. Mi más sentido pésame a la familia de Villavicencio y a todo el equipo de campaña de este nuevo mártir de la democracia.