Las barcazas de la desesperanza

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

TOLGA AKMEN | EFE

14 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Según un informe del Parlamento británico sobre los movimientos migratorios, en el 2022 llegaron a ese país 1.163.000 personas, mientras que 557.000 lo abandonaron, lo que supuso una cifra de inmigración neta de 606.000 personas. Un número muy importante debido, fundamentalmente, a la recepción de refugiados de Ucrania y de Hong Kong. En este mismo documento se indica además que, en el período comprendido entre 1991 y el 2020, la inmigración se incrementó un 117 %, consecuencia sobre todo de la llegada de refugiados de Irak y Siria.

Pero estas cifras son engañosas, porque solo tienen en cuenta a la migración legal. La otra cara de la moneda son las más de 100.000 personas que, desde el 2008, según el ministerio del interior británico, han cruzado de manera ilegal el Canal de la Mancha, alcanzado su pico el jueves de la semana pasada: 755 personas en catorce embarcaciones.

El problema de la inmigración ilegal es quizás uno de los más sensibles para el Gobierno de Rishi Sunak. A las protestas generadas el año pasado por el traslado a Ruanda de los solicitantes de asilo se ha unido el rechazo a la controvertida medida actual de alojarlos en barcazas flotantes y antiguos edificios militares considerados poco mejores que cárceles. El motivo esgrimido por Downing Street son los más de 7 millones de dólares diarios que cuesta el alojamiento de los 50.000 solicitantes de asilo. Por si fuera poco, la polémica se ha agravado con el proyecto de ley por el cual se pretende impedir la solicitud de asilo a los demandantes que lleguen de manera ilegal.

En el trasfondo de esta terrible situación se encuentran multitud de conflictos internacionales, la pobreza endémica de los países en desarrollo y la errónea creencia de que Europa y EE.UU. son la tierra de promisión. Las históricas ayudas a los asilados, junto con la extensión del uso del inglés, pese a los riesgos, hacen aún más atractivo viajar a Gran Bretaña. La solución es difícil pero un primer paso sería la cooperación internacional para acabar con las mafias de transportistas e informar en los países de origen que los penosos viajes, si no acaban en muerte, pueden hacerlo en barcazas de desesperanza.