Con las tetas al aire

Eduardo Vázquez Martul LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

María Pedreda

23 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el destape de Amaral llevamos más de una semana hablando del tema. Algo querrá decir esta insistencia del hecho tan natural como es el ver parte de nuestra anatomía. Reminiscencias del morbo que origina lo prohibido, el pecado. A veces me froto los ojos y dudo de si hemos avanzado con respecto a culturas de nuestro entorno europeo. Y lo digo recordando uno de mis primeros viajes a la Europa avanzada, allá por los lejanos años 70. Aún era estudiante y, con el carné internacional con el que conseguía grandes gangas en los viajes, aterricé en Copenhague. Aquel fue un verano muy caluroso, los periódicos comentaban hasta muerte de vacas en la verde Holanda. El calor pedía buscar sombras en los parques tapizados de un verde bien cuidado. Muchas cosas recuerdo que me llamaron la atención. La sorpresa fue que todo el mundo estaba descansando bajo las sombras de frondosos árboles en los espaciosos parques. En mi Ourense natal estaba prohibido pisar el césped, bajo multa del municipal de turno. Tampoco había papeles ni plásticos, todo estaba limpio. Reinaba un silencio tan necesario para el descanso, hasta relajaba; incluso los niños no molestaban con sus nerviosos lloriqueos. En España hablábamos gritando, como si riñéramos. unos contra otros. Pero la mayor diferencia que me dejó aturdido fue que casi todas las mujeres, jóvenes o ancianas, enseñaban sus pechos al tenue sol del norte. Incluso me froté los ojos, incrédulo ante lo que estaba observando. La vergüenza vaticana hasta me impedía mirar. Aquello tan natural como es aumentar la superficie corporal y beneficiarse de la luz y del sol era considerado como higiene personal y de salud. No era pecado. Reitero, eran los lejanos años 70. Aquí llevamos más de una semana hablando del tema. Es para pensar si realmente hemos avanzado o solo nos hemos quitado el traje que nos tuvo tapados tanto tiempo, impidiéndonos ver la luz.