Conocidos son los efectos de los vientos del norte y de las aguas de la corriente de Canarias en nuestros mares y su productividad. Menos atención se presta a las relaciones de nuestros ríos y nuestros mares, también a las secas y estiajes. Por más que las sequías sean un fenómeno cíclico, contabilizándose ocho períodos de sequía grave desde 1961, los dos últimos en 2017-2018 y 2022-2023. En Galicia la situación ahora, aun siendo menos dramática que en otras áreas, ha supuesto ya el establecimiento de prealertas tanto en la cuenca de Galicia Costa, como en la cuenca del Miño-Sil.
Los datos accesibles de que se dispone sobre el caudal de los ríos gallegos en las temporadas pasadas (2022 respecto al 2021) señalan un grave descenso en la mayor parte de ellos, con disminuciones de un 35 al 40 % en el Ulla o el Tambre, y superiores al 80 % en el río Lérez. Si esta tendencia se mantiene será necesario contemplar sus efectos en las rías y mares de Galicia, y en lo que afecte a la producción del mejillón y otros bivalvos. pues si conocido es el efecto de los aportes de agua dulce de los ríos en las bajadas de la salinidad en la rías, poco se ha estudiado sobre los déficits de caudal de los ríos y de la calidad de sus aguas, que soportan los aportes de 4.000 depuradoras e innumerables vertidos libres, aun cuando se ha establecido que la calidad del sestón —alimento para los bivalvos— se relaciona con el viento y los aportes de los ríos, lo que junto con la radiación solar incide en los rendimientos del mejillón.
La existencia del Observatorio Costeiro Integral de Galicia, desarrollado conjuntamente por Intecmar, Cetmar y MeteoGalicia, tres organismos de la Xunta, permite disponer de herramientas y series de datos de obvia utilidad, a los que convendría añadir aquellos de Augas de Galicia correspondientes a los aportes y aforos de los ríos, y focos de contaminación industrial o urbana.
Hace un mes han podido leer en este periódico unas reflexiones de dos investigadores, Silvia Piedracoba y Álvarez Salgado, sobre la temperatura del agua de mar en nuestras rías, evidenciando lo relativo de una medida puntual o temporal para poder establecer con ello la evidencia del cambio climático, por más que este exista. Reivindicaban la importancia de las series de datos temporales, así como de sus variaciones espaciales, aún en una misma ría, para establecer conclusiones basadas en la evidencia. Y son esas series, algunas ya recogidas en el citado observatorio, más su ampliación a otros datos y su análisis y elaboración, lo que impedirá que —día sí y día también— debamos soportar conjeturas y evidencias, muchas veces pertenecientes a las conocidas como «falacia de la evidencia incompleta» o cherry picking, tan frecuentes sobre los más diversos fenómenos. Sean estos derivados de elevadas temperaturas, del estiaje y las secas, o del efecto de El Niño y del cambio climático, o todo junto.