El pico de Torrente

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

HANNAH MCKAY | REUTERS

27 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La serpiente de este verano se transformó en una larga y oronda boa constrictor con cara de Santiago Segura o de su personaje Torrente, que uno ya no sabe quién es quién, y, en vez de alegrarnos con la victoria del fútbol femenino —que hasta ahora era como los deportes de verano: las regatas de traineras, la bajada del Sella...—, nos hemos metido de lleno en la polémica nacional, en la inconveniencia del pico y, ya puestos, en la barriobajera testosterona que aliña el fútbol desde los tiempos de Puskas. Desde la playa, abandonando por un momento el castillo de arena que estamos construyendo para nuestros nietos, que nos lo ningunean y prefieren ir a llorarles a sus madres porque el abuelo no les devuelve la pala, nos dirigimos al jubilado del castillo vecino, el que hace las almenas con la perfección del maestro de obras que fue en vida —laboral, se entiende—, y le preguntamos su opinión, pero el muy taimado se encoge de hombros.

A mí el tal Rubiales no me sorprende. Lo conozco perfectamente porque es un estereotipo muy vulgar. Su comparecencia ante sus subordinados —en la que, por cierto, a uno le subió el sueldo— fue una exhibición de todo lo que no hay que hacer, o mejor dicho, de cómo no hay que ser. Poco importa que el pico haya sido consentido, que Jenni Hermoso haya dicho que sí —en un momento eufórico y confuso—. El jefe no pide un pico. El jefe no se toca los huevos. Y eso, si a estas alturas todavía no lo sabe, no lo va aprender nunca. Porque el jefe es el porquero de Agamenón.