No hay sitio para la nostalgia en las estanterías desiertas del ocio digital. La cultura de la suscripción impulsada por las plataformas de streaming va reemplazando al viejo afán de posesión y apego por los objetos materiales. Frente a la posibilidad de estar abonados a una buena cartera de servicios intangibles, el coleccionismo que atiborra trasteros con viejas cintas y antiguos discos parece batirse en retirada.
Es cierto que el producto virtual está acompañado siempre de cierto grado de incertidumbre. Hay que depositar toda la fe en la tecnología, en la calidad de la conexión, el wifi y los datos para confiar en un rato de recreo sin interrupciones, pero más aleatorio era, en los tiempos del VHS, encomendarse a que la cinta no estuviese deteriorada.
Queda un mes para que Netflix cierre definitivamente el germen que dio origen a la compañía, el alquiler de películas en DVD por correo en Estados Unidos. La empresa envió su primer sobre en 1998 sin saber todo lo que vendría después. Este videoclub encara su temporada final con un guiño al pequeño Diógenes que todo el mundo lleva dentro. Sus clientes del formato físico podrán seguir recibiendo discos en las próximas semanas. Y el 29 de septiembre, cuando se cancele el servicio, podrán conservarlos para siempre sin tener que pagar recargo por retrasarse en la devolución.