Qué tristeza que un éxito deportivo de tanto calado y tanto mérito haya quedado ensombrecido por unos gestos de un personaje que ha suscitado un sentimiento unánime de rechazo, de reproche y hasta de bochorno, tanto a nivel nacional como internacional.
Al margen de valoraciones sobre un episodio concreto, ciertamente desafortunado, con una jugadora durante la entrega de medallas, lo cierto es que hay gestos que no pueden tolerarse, en ningún caso, a un dirigente deportivo, ya que son más propios de un hooligan que de una persona que, además, tiene responsabilidades, incluso extradeportivas, por su especial condición.
Todo lo acontecido desde que España se proclamó campeona del mundo de fútbol femenino ha quedado eclipsado por la ingente y abrumadora información que ha ido apareciendo sobre el inhabilitado por la FIFA presidente de la RFEF. Parece que el infeliz episodio no era más que la punta del iceberg de alguien que parecía enmascarar la peor versión del mundo del deporte, y del fútbol en particular, en nuestro país. El sainete que se ha montado alrededor de su figura es ciertamente más propio de un personaje de una película de Berlanga, de una España casposa y profunda que todos queremos erradicar y que considerábamos ya pretérita.
He de reconocer que no vi el gesto que hizo en el palco hasta varios días más tarde de que sucediese, pero si el mismo fue burdo, chabacano e inaceptable, aún lo fue más la explicación vertida por el implicado cuando dijo, sin ningún rubor, que lo hizo para expresarle al seleccionador nacional, que «olé tus güevos» (sic), así, al más puro estilo zafio, gañán y primario. Si no fuese porque el hecho de ocupar un palco con relevantes autoridades y representar a un país es algo muy serio, parecería un episodio de chiste, del más puro humor negro.
Aun desconociendo la formación académica que tenga este señor, lo cual resulta aquí irrelevante, es evidente que su formación personal es muy deficiente. Hay cuestiones que se pueden entender desde la perspectiva de una celebración o desde un momento de euforia deportiva, pero hay otras que se aprenden en la escuela de la vida, como son los buenos modales, la educación, el civismo y el respeto.
Ojalá que sean estas algunas de las últimas palabras que se viertan sobre este asunto; y ojalá también que se ensalce de una vez por todas, como se merece, el hecho de que España sea campeona del mundo, que tengamos a la mejor jugadora del Mundial (Aitana Bonmatí), que ha sido designada a su vez mejor jugadora UEFA; que juegue en España la dos veces balón de oro en los últimos dos años (Alexia Putellas); que presumamos de contar con la mejor jugadora joven del mundial (la superdotada Salma Paralluelos); que estemos tan orgullosos da nosa admiradísima Tere Abelleira... Una vez más, todos los honores, el reconocimiento, el orgullo y el respeto para unas deportistas de oro que nos han llevado a lo más alto.