Dimitió Rubiales y yo encantado. Un personaje así no puede ser presidente de nada. Se sentía intocable, sin recordar que el artículo 14 de nuestra Constitución recoge que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». Su actitud en el palco el día que nuestra selección femenina de fútbol se proclamó campeona del mundo es motivo más que suficiente para su inhabilitación temporal por la FIFA y posterior dimisión. Pero ahora es el momento de demostrar que su situación ante la justicia ordinaria no está prejuzgada. Deben ser los jueces los que, con todo el rigor posible y sin presiones de ningún tipo, tienen que decidir si su proceder es constitutivo de algún ilícito penal. Siguiendo con nuestra Carta Magna, en su artículo 1 queda reflejado que España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, que propugna, entre otras cosas, la justicia como valor superior. También el artículo 24 del mismo texto legal recoge que: «Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión». Como jurista, solo pido que semejante tsunami mediático no pueda llegar a influir en sentencia alguna. Lo contrario sería cargarse a Montesquieu.