Razón y emoción

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

VÍTOR MEJUTO

24 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En estos polémicos días de pinganillos y pringadillos, leía la entrevista que la redactora Ana Abelenda le hizo a Pérez Reverte con motivo de la presentación de su última novela, El problema final, en A Coruña. 

Don Arturo sabe mucho más de lo que dice, y eso que dice bastante, maneja escogidamente las palabras y, mejor aún, los silencios, lo que hace de él un tipo listo y elegante, lo suficiente como para levantar ampollas en aquellos impermeables a la argumentación lógica.

Algunas perlas de verdad: «Hemos sustituido la razón por sentimientos y emociones, y mira lo que está ocurriendo. La gente no razona, solo siente, ya no hay análisis. La razón es difícil de manipular, lo fácil de manipular son los sentimientos. Sustituir razón por sentimientos es peligrosísimo, lo peor que le ha pasado a la humanidad en tres mil años de memoria. Siempre hubo razón y emociones, y sabían distinguirse. Confundirlas nos hace manipulables y primitivos».

Acierta Pérez Reverte en el análisis del Emocionato en que vivimos. Cuando el afán de entretenimiento sustituye al del conocimiento, cuando se milita en la emoción y razonar resulta cansino, ocurren cosas como las que estamos viviendo.

Razones y emoción a veces se confunden, pero sabemos que las emociones son mucho más primitivas porque pertenecen a nuestro cerebro reptiliano y mamífero, muy anteriores a la aparición de la corteza cerebral que nos hizo seres racionales con capacidad de hablar y pensar.

Emoción viene del latín e-movere que viene a significar empujar hacia algo. Si siento miedo, este me empuja a huir; si siento atracción, esta me empuja a acercarme; si asco, al rechazo; si ira, a atacar…

Las emociones no son voluntarias, son automáticas e inconscientes. Las emociones nos empujan a conductas que solo a toro pasado podemos razonar. Son necesarias y muy útiles para responder adecuadamente en situaciones de peligro en las que no hay tiempo para razonar, pero, al mismo tiempo, son muy peligrosas porque pueden llevarnos a conductas irracionales o poco adecuadas que nos pasen factura.

Facturas como la que le pasaron al pringadillo de Luis Rubiales, que se dejó llevar por la emoción y acabó comportándose como un gañán.

Las emociones son fácilmente manipulables por quienes utilizan sus razones para conseguir réditos de todo tipo, desde comerciales a políticos.

Toda la publicidad apela a la emoción, desde la ternura que supone darle el pienso más caro a las mascotas a la emoción de aventura y libertad que proporciona el último modelo de coche, o la exultante emoción de poder que da hablar aranés en el Congreso o catalán en el Parlamento Europeo.

El corazón tiene razones que la razón no entiende, aunque nos cuesten un pastón.