Si Vivaldi levantara la cabeza

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

25 sep 2023 . Actualizado a las 09:21 h.

Con el otoño llega también el salvaje viento del oeste —que cantaba Shelley— que arranca las hojas de los árboles y da vuelta a los paraguas para que se les vean las costillas y la cara de desamparo de sus dueños, como si de repente en un probador de Zara les descorriesen la cortina y los pillasen con los pantalones por los tobillos. Lo bueno del otoño es que se pone de nuevo en marcha el inmenso trasatlántico de la vida, con sus enormes y ruidosas máquinas, que avanza de nuevo lenta, pero irremediablemente, y los políticos tienen que compartir sus maldades con la rutina de los colegios y los atascos, de los menús y los horarios, de los intereses y la hipotecas. Anda duro el minuto de fama cuando los ciudadanos no tienen tiempo para tonterías y apartan a los políticos de un manotazo. Ahora las preocupaciones vuelven a la sensatez de la liga de fútbol, del estreno del Racing en Segunda, del nuevo Dépor con el mismo público incansable, del Celta que anda por abajo en las alturas, paradojas de la geometría descriptiva. Y, sobre todo, de la abuela que está un poco pachucha, de Martita, que no me come, o del niño, que ahora quiere dejar el yudo. 

Y, sin embargo, desde el otoño del hemisferio norte, uno piensa en Buenos Aires, en Sídney, en Ciudad del Cabo, donde este fin de semana, mire usted por dónde, ha llegado la primavera. A Cataluña, no. Se pongan como se pongan, a Cataluña también ha llegado el otoño, como aquí. Qué cosa tan rara es este globo terráqueo. Y encima no para de girar.