Se le atribuye a Esquilo la autoría de una frase inmortal: «La verdad es la primera víctima de la guerra». El dramaturgo griego había luchado contra los persas en las míticas batallas de Maratón y Salamina y anduvo involucrado en las intrigas y conjuras de la joven democracia ateniense. Sabía de lo que hablaba.
2.500 años después, la cita sigue siendo pertinente. Podemos obtener dos ejemplos del conflicto de Oriente Medio. Tras el atroz ataque de Hamás a Israel, con masacres y secuestros de civiles, y la contundente represalia militar de Tel Aviv, imponiendo un cerco asfixiante a Gaza, en las redes sociales han circulado todo tipo de bulos, a favor y en contra de un u otro bando.
El flujo ha sido tan considerable que incluso la Comisión Europea tuvo que interpelar a los dueños de Facebook y Twitter (el propio Elon Musk recomendó seguir cuentas antisemitas en X). Uno de ellos, que atribuía a milicianos islamistas la decapitación de cuarenta bebés, tuvo mucho recorrido. Incluso después de que surgieran dudas sobre la veracidad del hecho, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ayudó a difundirlo, diciendo que había visto «imágenes verificadas» de terroristas cercenando cabezas. Luego la Casa Blanca tuvo que salir a desmentirlo de forma contundente. Pero el daño para la verdad -como el producido a las vidas de muchos habitantes de Israel y de todos los de Gaza- ya era irreparable.