Según el argumentario de Pedro Sánchez, la amnistía y demás cesiones al independentismo catalán son fruto de un intento de pacificar Cataluña. Se trata de devolver la normalidad perdida a una comunidad tomada al asalto por el nacionalismo, en la que lo español ha quedado relegado. Y los hechos demuestran que la situación catalana es menos caliente que en el año 2017. Para algunos, la pulsión independentista se ha frenado por la política de apaciguamiento del Gobierno, pero para otros las aguas se fueron tranquilizando debido a la aplicación del 155 en su día y a las medidas judiciales (represivas para los soberanistas).
Pero Sánchez está consiguiendo dar forma a una curiosa paradoja: que mientras se calman los radicales catalanes, a medida que se les hacen todo tipo de concesiones, España se incendia. Porque, por mucho que culpen a la derecha de los incidentes violentos de estos días, y si bien es cierto que la presencia de ultras es evidente, no lo es menos que la decisión de conceder la amnistía a todos aquellos que en su día infringieron el Código Penal español ha polarizado el país y nos ha llevado a cotas de tensión que desconocíamos desde hace bastante tiempo. Menudo éxito: pacificar Cataluña a costa de incendiar España.
Y es que una decisión como la de la amnistía a los independentistas es de tal calado que no puede ser tomada por la mitad de la población. Cuestiones que generan semejante nivel de estrés al Estado deberían tener un consenso entre los principales partidos. Por eso no es justo que se culpabilice al PP de su cerrada oposición. Sánchez ha excluido al PP de cualquier tema de Estado. Y, si bien es cierto que los populares se han dejado excluir, no es menos cierto que pasarse por el arco del triunfo a más de once millones de votantes (incluidos los de Vox) es una temeridad. Así como es una ingenuidad pensar que la oposición se va a quedar callada y sin respuesta a una de las decisiones más controvertidas que se han tomado desde que la democracia se abrió paso en España.
La culpa de los actos violentos que se han producido estos días la tienen quienes los protagonizan en primera persona y quienes no condenan esos actos. Pero la responsabilidad principal de haber tensionado el arco político y social español es la de quienes han emprendido un viaje a ninguna parte, decididos a gobernar este país con una mochila insoportable. Rehenes de elementos como Puigdemont, a quien solo le preocupa su impunidad, así como del resto del nacionalismo existente en el Estado.
No puede llegar a buen puerto una aventura como la del apaciguamiento catalán y pretender que no tendrá consecuencias. El PP agitará a los suyos, pero es que a buena parte no hace falta que los azuce nadie porque ya están lo suficientemente indignados ellos solos viendo todo lo que está pasando. Eso sí, el PP tiene una responsabilidad con que su lógica protesta no se le vaya de las manos. Otra cosa son los de Vox, que andan en otras historias y parece que con otros intereses.