Estrangular o no a Bart. Esa es la cuestión. Los Simpson se mantienen desde los noventa en el podio de la animación de humor políticamente incorrecto. Fue la primera serie dibujada y coloreada que llegó al horario de máxima audiencia porque el nivel de su producción superaba al promedio. También porque sus tramas desbordaban el molde apto para el horario infantil. Con el tiempo fueron llegando otras ficciones animadas que subieron las revoluciones de la transgresión, pero Los Simpson presumirá siempre de ser el referente de la comedia rebelde.
Las alarmas saltaron hace unos días en Estados Unidos con un capítulo de su temporada 35.ª donde el desastroso Homer parecía haber sucumbido bajo el esquema de lo políticamente correcto. El patriarca amarillo presumía de su fuerza ante un vecino y decía a su mujer: «Ves, Marge, estrangular al chico ha merecido la pena». Luego rectificaba: «Era broma, ya no hago esas cosas. Los tiempos han cambiado». Los fans interpretaron esa frase como un acto de contrición del progenitor por todas las veces que ha acabado castigando a su indómito hijo con la violencia histriónica de un cómic, renegando así de uno de sus gags recurrentes. Su creador, James L. Brooks, ha apaciguado los ánimos prometiendo a sus seguidores que la serie no será domesticada: «No piensen ni por un segundo que algo va a cambiar».