Sánchez vuelve a ser presidente. La investidura ya es historia. Pero todo el ruido y la furia que la rodearon no. Siguen y seguirán ahí, emponzoñando la política española, tensionando el país.
No sabemos cuánto durará el nuevo Gobierno. Va a ser difícil que los remeros de esa trainera multicolor remen en la misma dirección, sobre todo los dirigidos desde Waterloo. Pero Sánchez cuenta con una ventaja a su favor: las grotescas escenas que hemos visto en las calles en las protestas con disturbios jaleadas por Vox, tendencia en las redes.
Abascal se trajo a Madrid al trumpista Tucker Carlson. La antigua estrella de la Fox fue despedido por los bulos sobre fraude electoral en Estados Unidos. Compartió palestra con un puñado de supuestos patriotas que agujerearon las banderas constitucionales para quitarles el escudo. Con gente que vociferaba insultos homófobos y llevaba muñecas hinchables aludiendo a las ministras socialistas. Y con una mujer de rostro feroz y capa rojigualda que gritaba de forma tan inquietante que se convirtió en viral, en un meme.
La señora que grita en Madrid reinó por dos días en las redes patrias. Hasta que otra capitalina le quitó el protagonismo. La mismísima Isabel Díaz Ayuso, capaz de robar toda la atención desde el público, sin gritar, insultando al presidente del Gobierno. Y no pidiendo perdón tras hacerlo.