Un Gobierno político con poca Galicia

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Pedro Sánchez,  en el Congreso
Pedro Sánchez,  en el Congreso Eduardo Parra | EUROPAPRESS

20 nov 2023 . Actualizado a las 21:51 h.

Se sucedían las quinielas y algo indicaba que el Gobierno iba a ser continuista, menos en la fumigación de Podemos. No se notaban señales de que Pedro Sánchez fuese a prescindir de sus clásicos. Aunque todos sabemos que es capaz de eliminar a cualquier colaborador, si ya no le sirve, jamás lo hace con quienes están con él a muerte, mientras le son útiles. Así mantiene a su grupo salvaje en todas sus carteras. De Marlaska a Planas. De Ribera a Nadia, hasta que se resuelva lo de su candidatura al Banco Europeo de Inversiones. Y asciende a dos de los que más rendimiento le han dado en los últimos tiempos, Montero y Bolaños. Dos supersanchistas, sin remilgos. La misma adoración por el líder que le ha supuesto la cartera a la lengua afilada de Óscar Puente. Pero escuchemos al presidente: «El nuevo gobierno tendrá un marcado perfil femenino, será continuista, va a introducir nuevas prioridades como Vivienda y Transformación Digital y va a priorizar el diálogo y la negociación en una legislatura clave». Clave para él y para el país.

Antes de conocer este gobierno, volvamos atrás. A ese momento que quedó grabado a fuego en la sesión de investidura: la intervención de Míriam Nogueras, portavoz de Junts. Hasta ese instante, Sánchez estaba en su salsa. Se reía a gusto, repartía estopa, sonreía. Pero llegó Míriam Nogueras, o sea Puigdemont, y mandó parar desde Waterloo, la nueva sede del ejecutivo español por necesidad política. Le dijo aquello de que, con ellos, no tentase la suerte. Y le recordó que ellos no hablaban del sanador diálogo en su acuerdo, que ellos no son ERC, que ellos solo quieren negociación en el extranjero y con mediadores internacionales, como si España no fuese una democracia, para llegar a un referendo de independencia. Y que antes querían el cien por cien de los impuestos, como aperitivo fiscal, lo que supone romper la caja única. El gesto de Sánchez se tensó y se ensombreció como cuando un dolor de muelas azota de golpe. Se puso a apuntar las palabras de Nogueras, como si le fuesen a examinar. Se colocó bien en la oreja la traducción simultánea. Y salió a darle la réplica a la tribuna dispuesto a apagar el primer fuego de los miles que le esperan. Como en la rueda de prensa de presentación del Gobierno, añadió al buenismo del diálogo la necesaria negociación que le exigen. Se trata de priorizar la negociación. Sin cesiones, no hay legislatura, se lo han dejado claro los de Junts. Esto no va de tibias reuniones entre boys y girls scouts.

La legislatura debe avanzar traspasando líneas rojas o habrá elecciones. No llega con nombrar ministro a un exalcalde de Barcelona. Esos abismos explican el gesto serio del rey durante la promesa de Sánchez de su cargo. Con Waterloo, Sánchez se lo juega todo y, con Galicia, nada. Las dos vicepresidentas que ya estaban, y una a punto de irse. Quedó nítido el poco peso político en el gabinete de Galicia a puertas de unas elecciones. Ha tenido más en cuenta a Valladolid, Puente y Redondo, que a nuestra comunidad. Dice Besteiro que habrá corrección. Que están previstos grandes anuncios que cambiarán la vida de los gallegos. Nunca choveu que non escampara. Ayer no nos tocó ni la devolución.