Seguro que los lectores están al tanto de la polémica surgida en torno al Parque Nacional de Doñana con los regadíos ilegales y la gestión del agua. El tema parece que empieza a solucionarse con la compra por parte del Gobierno central, o sea, por todos nosotros, de las fincas que tengan derecho a regadío para liberar el acuífero. Ahora ha surgido un problema en el Parque Nacional de Monfragüe. El nuevo Gobierno extremeño quiere autorizar la caza en el parque disfrazada de mecanismo de control poblacional de ciervo y jabalí, ya que la caza deportiva está prohibida en los parques nacionales españoles. Curiosamente, no hay datos científicos que apoyen esa medida.
También me he enterado de la vuelta a la tortura de animales en Valencia con el cambio político. Los toros embolados son muy edificantes, como otros espectáculos con toros y becerros; en este caso los atan a un poste y les colocan unas estopas en los cuernos a las que prenden fuego. El animal se quema, pero parece que no sufre porque es fiesta.
También en Valencia, el Gobierno de la Generalitat anuncia la revisión de la ley que paraliza la construcción de 18.000 viviendas en el litoral; hay problemas de todo tipo, incluso con la legalidad de los promotores, pero eso no parece ser un obstáculo, ya que la costa valenciana (Gandía, Oropesa, Torrevieja, etcétera) necesita más gente.
En algunas de las comunidades citadas, los nuevos gobiernos han decidido volver atrás la peatonalización de áreas del centro de las ciudades, eliminar carriles bici, etcétera, aunque esto suponga tener que devolver el dinero que han recibido de la UE: «Hay que dejarse de ecotonterías, talar árboles y tomar otro chupito de petróleo», nos dicen. Para mí, todo lo que he citado es querer acabar con España, pero parece que el patrimonio natural no forma parte del país. Al parecer, España solo se defiende poniendo una gran bandera en Móstoles, manifestándose con muñecas hinchables o insultando al presidente disfrazado de quijote. Pues vale.
Existen distintas formas de ver España: hay quienes ven en su biodiversidad y sus paisajes la principal riqueza del país y, por el contrario, quienes piensan que los insultos y las muñecas hinchables son el verdadero patrimonio. En fin, vaya fauna.