Gaza, ¿rabia y locura de los mandatarios occidentales?

Anan Abdalah VILAGARCÍA / LA VOZ

OPINIÓN

ADRIÁN BAÚLDE

04 dic 2023 . Actualizado a las 18:50 h.

El 7 de octubre no va a ser un día cualquiera. Es un día que va a marcar un antes y un después en la Historia contemporánea. Posiblemente ha de pasar algún tiempo antes de que salgan a la luz tantos asuntos relacionados con esta jornada, o quizás nunca sepamos sus detalles. Yo, personalmente, he adquirido el compromiso de contar la verdad que los lectores, con su inteligencia, juicio y lógica, serán capaces de verificar.

Dos años de intenso internamiento en absoluto secreto de los comandos de la resistencia palestina en Gaza para poder realizar la operación del 7 de octubre. Se ha elegido esta fecha como día 0 porque es la antesala de la fiesta judía del Yom Kipur. Dos eran los objetivos principales de un ataque planificado al milímetro:

El primer y principal objetivo es llegar a una base secreta del Mossad israelí. Es una base de espionaje conjunta con Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Alemania y Australia que cubre Europa, Asia y África, situada en un bosque en el centro de Israel. Está defendida con lo más avanzado de las últimas tecnologías y fortificaciones. Todo esto coincide con la resaca de la fiesta de los israelíes, confiados en la invencibilidad de su ejército y en la insuperable tecnología que vendieron al mundo como la mejor. Dos cuestiones que días más tarde se demostraron falsas, un objeto de manipulación. Sin olvidar a la cúpula de hierro estadounidense, que también ha demostrado su fracaso ante los misiles palestinos. Tanta confianza tenían que dejaron la base al cargo de tres soldados en la custodia de los ordenadores, pensando que era impenetrable.

El segundo objetivo era el secuestro de una veintena o treintena de soldados israelíes para ser intercambiados más adelante por miles de rehenes —prefiero utilizar el término rehenes, y no presos, para darles el mismo tratamiento a los rehenes israelíes que a los palestinos que permanecen en las cárceles de Israel—.

El ataque comenzó a las seis de la mañana. El comando principal, encargado de atacar la base de espionaje del Mossad, se dirige hacia ella, acompañado del ingeniero palestino que con antelación había hackeado todas sus defensas para anularlas. El comando dispone de mapas y planos precisos de dónde se encuentran los ordenadores. Una vez franqueadas las fortificaciones, sus miembros se dirigen al lugar en el que se encuentra el mando de la base. La puerta fortificada esta custodiada por un soldado, al que matan. Vuelan el acceso blindado, entran en el recinto en el que permanecen dos mandos, a los que también matan después de haberlos localizado, escondidos. Se apoderan de los ordenadores que llevan «el tesoro más deseado por cualquier servicio secreto», donde se almacena toda la historia del Mossad y los demás servicios secretos de los países occidentales mencionados anteriormente, y emprenden la retirada.

Mientras, otros comandos de apoyo les esperan en los kibutz cercanos para facilitarles el regreso lo antes posible. El comando principal tiene que atravesar el camino entre dos bases militares israelíes, que a su vez están siendo atacadas por otros comandos para desviar la atención del grupo principal y, al mismo tiempo, cumplir con el segundo objetivo. Finalmente, consiguen llevarse con ellos a más de cincuenta soldados. Entre ellos, altos mandos con mucha información secreta acerca de la brigada del ejército israelí en Gaza, encargada de detener y torturar a los palestinos. Así encuentran, ni más ni menos, que el nombre de 72 colaboradores dentro de la franja, que de inmediato son detenidos y ejecutados.

Una vez que los altos mandos de los servicios secretos israelíes y de la cúpula del ejército se enteran de lo que ha sucedido, dan órdenes de atacar a todo cuanto se mueva con helicópteros Apache. Esta es la razón del gran número de civiles israelíes y extranjeros que han muerto, tanto en los kibutz como en el festival de música en el desierto del Néguev. La mejor prueba de ello es la utilización de bombas de napalm por parte del ejército israelí. Una sustancia que produce grandes quemadoras hasta la carbonización de los cuerpos. De ahí proceden las fotografías de civiles carbonizados, de niños muertos dentro de sus casas. El objetivo era recuperar los ordenadores sustraídos antes de que fuesen introducidos en la franja, pero sin éxito. Debo mencionar que este tipo de bombas no las posee la resistencia palestina, como tampoco bombas de fósforo blanco.

¿Entonces, por qué ese gran número de rehenes civiles? La explicación es sencilla. Una vez que los palestinos de Gaza se enteran de la operación, muchos se dirigen hacia el interior de Israel para sustraer armas y secuestrar a civiles, empujados por la furia del momento.

Occidente está en shock. Nadie quiere creer lo que ha sucedido, especialmente Estados Unidos. Netanyahu llama a Biden y Sunak con tanta desesperación que ninguno de ellos tarda en acudir a proclamar que Israel tiene derecho a defenderse. Pero nunca ninguno de ellos ha abierto la boca para defender al pueblo palestino ante 75 años de ocupación y sufrimiento.

El contenido de los ordenadores sustraídos no tardará en ser filtrado poco a poco, para poner en aprietos a muchos líderes occidentales y árabes. Netanyahu dirige un consejo a los líderes árabes para que estén callados.

Anan Abdalah es médico y reside en Galicia. Es el autor de «Ojos de Palestina», la primera novela de la trilogía en la que narra la tragedia de su pueblo.