Gracias, Marta
Despedirse de un ser querido nunca es fácil. Ver cómo se apaga esperando el desenlace, tampoco. Pero hay personas que son un bálsamo en ese durísimo proceso. Marta es una de ellas. Seguro que una de muchas. Pero permítanme centrarme en ella, aunque sea como ejemplo. Marta (no sé su apellido) trabaja, ignoro si como personal fijo o sufriendo la montaña rusa de las sustituciones en sanidad, en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Allí tuvimos la suerte de encontrárnosla. Haciendo su trabajo. Solo eso. Pero haciéndolo con humanidad. Llamando a ese paciente que afrontaba sus últimos días por su nombre, con dulzura, pero dirigiéndose a un hombre, no a un bebé. Hablándole, siempre con cariño y firmeza, a una persona hecha y derecha. Respetándola. Apoyándola. Ayudándola. Esforzándose por hacer que se sintiera cómoda, por asegurarle las mejores condiciones posibles. Pero, sobre todo, acompañándola. Y brindándonos a sus familiares un destello de consuelo en medio de la tempestad. Cuando quise agradecérselo me dijo que no había nada por lo que dar las gracias. Que es su trabajo. No lo dudo. Pero no todo el mundo lo hace de la misma manera. Por eso, Marta, a ti y a todos los que hacen las cosas como tú, GRACIAS de corazón. María Vilar. Vigo.
Héroes
Hoy me he enterado de que unos amigos se van a pasar las Navidades en un hospital. Su quinto hijo tiene una enfermedad congénita del corazón y debe estar en cuidados intensivos. Llevan desde antes de nacer luchando por su vida. Hasta le tuvieron que operar ya en el vientre de su madre. Un héroe con una sonrisa permanentemente pintada —como todos los que tienen síndrome de Down— que ha contagiado esa alegría y su heroicidad a sus padres y a sus hermanos. Son verdaderos héroes anónimos, como sus médicos y enfermeras. Solo luchan, rezan, lloran y sonríen juntos: agradecen y disfrutan cada minuto que pasan con su hijo. En estas fechas nos felicitamos, pues recordamos el nacimiento del Niño que llenó al mundo de la verdadera paz y alegría. Creo que el hijo de mis amigos también contribuye a que crezca esa paz, esa alegría y esperanza del mundo, pues solo con su ejemplo nos ayuda a ser mejores a todos. Gracias por vuestro ejemplo. Por vuestro amor a la vida. También a todos los que lo atienden. Y ¡feliz Navidad! Ernesto López-Barajas. Valladolid.