Primeros videojuegos en el hogar: ¿cómo disfrutarlos de forma saludable?

Jorge Flores Fernández DIRECTOR DE PANTALLASAMIGAS

OPINIÓN

María Pedreda

05 ene 2024 . Actualizado a las 08:47 h.

Con frecuencia, los videojuegos llaman a la puerta desde el móvil o la tableta que dejamos a nuestros hijos. También puede ser que los pongamos a su alcance con una videoconsola o un ordenador. De una forma u otra, los videojuegos están ahí y se plantean como un reto lleno de preguntas: ¿cuáles son adecuados? ¿Cuánto tiempo de juego máximo es recomendable? ¿Con qué edad pueden comenzar?...

Ante tanta incógnita compleja podemos caer en la tentación de limitar en exceso esta posibilidad de ocio, diversión y aprendizaje. Conviene entonces tratar de recordar que padres y madres tenemos no solo la obligación de proteger, sino también la de promover el aprovechamiento de las ventajas que el entorno digital nos ofrece. Por otro lado, no debemos obviar su derecho al juego, en cualquier formato.

Fuentes contrastadas recomiendan evitar la exposición a pantallas hasta los 6 años. A partir de 7 años podemos proponer el uso de videojuegos de forma pautada, contenida y progresiva, poniendo cuidado en que no interfieran personas o contenidos inesperados. El tiempo dedicado a videojuegos hasta los 10 años debe ser bastante limitado y, siempre que sea posible, compartido en familia. Los juegos que requieren una actividad física sencilla (esquivar obstáculos, simular golpeos con objetos, acompañar una coreografía de baile…) pueden ser una muy buena opción. También aquellos juegos creativos y colaborativos, como Minecraft, pueden ser una gran alternativa.

Podríamos pensar en cinco acciones como las necesarias para que madres y padres puedan promover un disfrute saludable de videojuegos en edades tempranas:

1. Conocer es el primer paso para considerar si un videojuego es o no adecuado para nuestro hijo. Además del código PEGI como referencia, disponemos de internet para localizar información pertinente, no obsoleta y de fuente confiable.

2. Compartir supone jugar con nuestros hijos aunque no nos guste, nos sintamos torpes o nos falte tiempo. Esto nos dará la oportunidad de crear experiencias positivas al mismo lado de la pantalla que con frecuencia nos enfrenta. Aprenderemos, enseñaremos, crearemos confianza y empatía. Jugar en familia es clave, especialmente porque sentamos una base fundamental al compartir entornos y plataformas digitales. Ganaremos autoridad para la prescripción y oportunidades para la persuasión. Si jugar no fuera posible, en su defecto podremos intentar ver, preguntar y conversar.

3. Concienciar para crear consumidores conscientes y críticos, de forma que aprendan a tomar decisiones acertadas. No siempre podremos estar ahí.

4. Confiar para dar ocasión a que la autonomía progresiva se desarrolle y afianzar un clima de complicidad.

5. Controlar, supervisando juegos, relaciones, tiempos y experiencias.

La constancia en estas acciones arrojará pronto un resultado palpable: un disfrute seguro y saludable.