Plásticos, pélets y microplásticos a tutiplén

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

NOAA

26 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos unas semanas a vueltas con los pélets. Sumar unos cuantos contenedores más de plásticos —de la forma y tamaño que sean, que igualmente van a tardar entre 500 y 1.000 años en degradarse por vía natural— a la ingente cantidad de basura que todos los días los humanos arrojamos a los mares no es beneficioso para el medio ambiente. Obviando los pélets, es necesario reflexionar sobre el abuso que hacemos del plástico: se calcula que cada año se venden en el mundo aproximadamente 480.000 millones de botellas de plástico, lo que supone que nos corresponden unas 60 botellas de agua por cada habitante del planeta. Pero, como todas las estadísticas, esta tiene su falacia, porque en muchos lugares de África o Asia (por ejemplo) el agua embotellada es algo con lo que soñar. Viajando por lugares muy alejados de ninguna ciudad importante, a muchos kilómetros de lo que llamamos «civilización», hemos encontrado playas repletas de basura no degradable: botellas de todos los tipos y formas y multitud de chanclas y zuecos de plástico. En promedio, el 50 % de la basura que se encuentra en las playas es plástico de un solo uso. Se calcula que en el 2050 habrá en el mar más plásticos que peces. Y los plásticos no se comen. Al menos, no voluntariamente, porque los estudios más recientes indican que cada uno de nosotros ingiere al año una cantidad de microplásticos equivalente a una tarjeta de crédito. Si tenemos en cuenta que solo en la última década se ha producido una cantidad de plástico que equivale a todo el plástico producido en toda la historia de la humanidad, es probable que sigamos comiendo tarjetas de crédito y, hombre, cuando llevemos tragadas 30 o 40 de ellas la cosa podría ponerse fea.

Otro dato apabullante es que el 42 % del plástico utilizado en el mundo se destina al empaquetado de alimentos y productos manufacturados. Son plásticos de un solo uso que apenas pasan unos minutos en nuestras manos. Para hacer una botella de plástico de 1 litro se emplean casi 3 litros de agua y 100 mililitros de petróleo, y se calcula que solo se recicla el 9 % del plástico, otro 12 % se quema y el 79 % restante de los residuos plásticos pasan a contaminar el medio ambiente, de manera que incluso en el fondo de la fosa de las Marianas (a casi 11 kilómetros de profundidad) los investigadores han encontrado bolsas de plástico. Y resulta que las botellas se degradan más rápidamente de lo que se creía y pasan a ser otra fuente de microplásticos que pasan a nuestro organismo. No podemos echar toda la culpa de la contaminación de nuestras playas a los accidentes en el mar y la ineptitud de unos u otros, cada uno de nosotros es —en parte— responsable de lo que sucede en los océanos. Es cuestión de querer y de empezar uno mismo a hacer las cosas, evitando aquellas que tenemos por costumbre; por ejemplo, empleando botellas de aluminio para llevar el agua con la que nos hidratamos fuera de casa, aunque solo sea porque es una costumbre mucho más rentable para nuestro bolsillo y para el medio ambiente: frente al coste del agua embotellada, se calcula que el agua del grifo es aproximadamente 500 veces más barata.