Felicidad
Tras haber superado el medio siglo de existencia, echando la vista atrás, me ha dado por reflexionar acerca de los numerosos avatares que han jalonado mi devenir. Varias son las preguntas que afloran y todas ellas orbitan en torno al concepto de felicidad ¿He sido feliz? Existen estudios científicos que aseguran haber descubierto la edad exacta en la que el ser humano deja de ser feliz: los 47 años. Inevitable no preguntarse qué sucede con aquellos que nunca han sido felices ¿Quizás comienzan a ser todavía más infelices? En mi caso, considero que aquellos años de la EGB y del BUP, no fueron etapas que pueda asociar con una sensación de felicidad, si cabe con retazos de ella, pero de forma muy aislada. Difícil poder disfrutar cuando tu segundo apellido es Braga y tu complexión física más bien rechoncha. Difícil hacer comprender a tus padres una situación de actual bullying en un colegio de curas. Los inicios de la edad adulta me retrotraen a destellos de alegría por el pronto encauzamiento de una vida laboral que mi madre trenzó hábilmente para evitar que me perdiese en inútiles disquisiciones vocacionales. Me siento orgulloso de los logros conseguidos (¿es eso sentirse feliz?), no tanto a nivel personal, sino por las mejoras conseguidas en los centros educativos donde ejercí. Si tuviese que resumir esas etapas, diría que todo aquel que entró en mi despacho salió contento. A. R. V.
Escándalo en Semana Santa
Yo fui nazareno de aquel artístico Cristo ensangrentado. ¿Cómo no serlo, si ese «varón de dolores» había sufrido tanto por mis pecados, (aún casi infantiles), perdonados gracias a su Gran Poder? Tal fue y sigue siendo la Semana de Pasión, de Jesús y de su Madre Dolorosa. De ahí el lógico escándalo que se ha montado cuando el pintor encargado del cartel anunciador de la próxima Semana Santa lo ha hecho con alegres colores, un Cristo sin llagas ni dolores, casi desnudo y, por añadidura, real: su propio hijo. M. Sagrera. Madrid