Hubo un tiempo en que el espectador se veía impresionado por los programas que ponían a personajes famosos a explorar terrenos diferentes de aquellos por las cuales se habían ganado su renombre. Había un punto refrescante en la idea de sacar a gente sobradamente conocida de su zona de confort para descubrir otras aristas que no venían predeterminadas. Ahora es rara la cadena que no tiene algún espacio, o más bien varios, en los que un conjunto de celebridades se ponen a prueba en entornos desafiantes. El modelo suele ser más o menos el mismo. Gente haciendo cosas, ya sea bailando, cocinando o conteniendo la respiración el mayor tiempo posible en un tanque de agua, y un flemático tribunal evaluando su evolución con un sentido lúdico de la justicia.
En cotas mínimas de originalidad, esta temporada se han estrenado en dos cadenas enfrentadas dos concursos de baile casi simultáneos, Bailando con las estrellas, en Telecinco, y Baila como puedas, en La 1. La danza parece ser la excusa para tejer una trama de enfrentamientos y conflictos bien alimentados que le den salsa a unos concursos de talentos que se asoman sin remilgos al espíritu del reality. Esto, que no choca en Mediaset porque forma parte de su esencia, sorprende más en el caso de Televisión Española, que se ha lanzado a pescar espectadores en aguas revueltas.