Ruidos

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

MARCOS CREO

23 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Salí a comer y cenar fuera estos días por aquello de que «hay que socializar», imperativo que siempre me resultó bastante incómodo, pero que en esta ocasión rozó la tortura. Dicen que la pandemia ha cambiado los hábitos y que la gente está sin un duro y no sale, pero, visto lo sufrido, va a ser que no.

Es sorprendente la dificultad que hay para conseguir una mesa, no solo en locales de cierta popularidad, sino en cualquier taberna de pulpo y raxo. Todo está petado de gente que es capaz de esperar turno lo que haga falta, y si llamas para reservar te hablan de semanas de lista de espera.

Es posible que la pandemia haya promocionado más las comidas que las cenas, pero la dificultad para reservar sigue siendo la misma y los precios casi se han duplicado, así que, salvo que la gente pida un crédito para socializar, dudo que esté tan canina como dicen.

Los precios aumentaron, las raciones mermaron y la oferta es una amalgama de platos que más que minimalistas son escasos y llenos de flores que pretenden sorprender al incauto comensal con presuntas elaboraciones asiáticas (la mayoría del Macro).

Pero donde la cosa se sale de madre es en el capítulo vinos. Nunca hubo semejante oferta de vinos de todas las denominaciones de origen imaginables, con nombres imposibles y etiquetas historiadas a precios nada populares. Pedir una botella de vino normalito supone pagar un cubierto más.

Vale, todo sea por la saludable socialización, pero también dudo de su bondad, porque lo peor de todo es el ruido. Un ruido fragoso de batalla que imposibilita mantener una conversación; un ruido que aturde, acompañado de una tele con videoclips que nadie mira.

Lo dicho, prueba superada, y me engorilo en casa lo que resta.