Un columnista de La Voz escribía en el 2014 que oír hablar de austericidio le causaba conmoción porque pensaba que alguien había matado a Paul Auster. Diez años después se ha ido el escritor de Brooklyn, pero no ha sido por un austericidio, sino por el cáncer. Lo que entonces era un neologismo ya no es omnipresente, pero es de temer que algún día volvamos a verlo de actualidad.
La cosa tiene su origen en la crisis financiera que estalló en el 2008 con consecuencias fatales. Una de las soluciones que se tomaron fue desarrollar políticas de austeridad, que afectaron al bienestar general.
En aquella situación surgió el término austericidio, que enseguida alcanzó gran difusión. En general, se interpretó como el ‘suicidio por austeridad’. Si seguíamos apretándonos el cinturón, íbamos camino del colapso fatal. Sin embargo, hubo quienes pusieron reparos al empleo de la nueva voz con ese sentido. Señalaban que en las palabras formadas con el elemento compositivo -cidio (‘acción de matar’) lo que expresa el primer elemento es lo que se mata, como se ve en infanticidio (‘dar muerte a un niño’), feminicidio (‘asesinato de una mujer por machismo o misoginia’), conyugicidio (‘muerte causada al cónyuge’), etcétera. Quien así pensaba recomendó que se evitase el uso de austericidio y propuso como alternativas expresiones como austeridazo, austeridad suicida, austeridad homicida o austeridad letal.
El boletín de los traductores españoles en las instituciones europeas creó en aquella época un certamen para elegir el palabro del año, un término novedoso que invitase a reflexionar críticamente sobre neologismos imprecisos o usados erróneamente. Y aquel 2012 se optó por austericidio. El jurado razonó así su decisión: «Expresa con fuerza un aspecto importante de la realidad que vivimos actualmente: el agobio socioeconómico del ciudadano medio a causa de la crisis. Es una creación novedosa y atrevida, de ahí que chirríe y exude humor. De hecho, se trata de una formación irregular, ya que el sufijo latino -cidio va asociado a lo que se mata, no a aquello con lo que se mata (como ocurre aquí)».
Pese a su formación anómala, el término se ha asentado para nombrar la austeridad que mata. La Academia, que ve en él un acrónimo de austeri[dad] + [sui]cidio, aún no lo ha incluido en su diccionario, pero hoy sostiene que tal como está formado es válido para expresar el concepto de ‘suicidio por austeridad’ o ‘austeridad suicida’.