Sin toros no tenemos futuro

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

María Pedreda

12 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos tan inmersos en asuntos como el irrespirable clima político o la anunciada regeneración democrática que no da llegado, que se nos escapan otros no menos vitales para nuestras vidas. Y para nuestro futuro. Como la tauromaquia. Menos mal que el PP, preocupado por la cuestión la ha llevado al Congreso, que es toda una garantía de éxito, y que los taurinos y algunos intelectuales se movilizaron inmediatamente.

 La preocupación responde a la decisión del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, no de prohibir las corridas de toros sino de suprimir este año el Premio Nacional de Tauromaquia. Aunque eso no conlleva que se acabe con el espectáculo. Es como si se suprime el de gastronomía. Podríamos seguir alimentándonos. También nos quedamos sin el González-Ruano de periodismo, al descubrirse la estrecha relación del autor con el nazismo y sigue habiendo columnistas. Como el que esta semana dijo en el Congreso que la tauromaquia representa «la última frontera de la civilización» frente a los que «pretenden destruir al ser humano». 

El problema tiene tal alcance que desde el tellado popular dicen que la anulación del premio es una prueba más de la «deriva autoritaria» de un Gobierno que «pisotea los derechos fundamentales» y «ha hecho de la censura una de sus señas de identidad». No sabemos si los derechos fundamentales son los de los taurófilos o los de los toros. Y fue en el Congreso donde el PP reunió a asociaciones de tauromaquia de siete países. Según parece, con los retratos de los padres de la Constitución como testigos. Y allí uno de los participantes en la reivindicación, el colombiano Felipe Negret alertó que «está en juego la libertad de todos los ciudadanos de Hispanoamérica». Muy preocupante la cosa.

 Son tantos los argumentos que se escuchan en defensa de las corridas de toros desde que se conoció la decisión de suprimir un premio; insisto, que no el espectáculo, que hasta un filósofo metido a político no dudó en asegurar que lo ocurrido es un paso más para desmontar la nación española, al tiempo que sitúa la tauromaquia a la par de las religiones, en línea con los que sostienen que el toreo es una religión.

Otros, también intelectuales, o lo que sean, mantienen que los toros han de mantenerse porque forma parte de nuestra historia y son una tradición. Digo yo que como lo fueron el feudalismo, las dictaduras, el derecho de pernada y los asaltadores de caminos, que lo mismo hay que recuperar. Los menos destacan que se trata de una actividad que mueve en torno a 1.800 millones anuales y que contribuye a la economía de amplias comarcas. Y que sería un argumento al menos discutible.

El revuelo armado demuestra la importancia que para nuestras vidas tiene un premio nacional de tauromaquia. Estamos acabados. No tenemos futuro. Como un día se les ocurra prohibir el despiece público de los toros vamos directamente hacia la extinción de la especie humana.