La ELA le ganó la guerra al general

Paco Docampo LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Kiko Huesca | EFE

16 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocos minutos después de la 1 de la madrugada del pasado viernes fallecía, en el hospital La Paz de Madrid, el general de división del Ejército Manolo Barrós. Había ingresado la noche del domingo anterior, después de asistir, en unas condiciones muy precarias, a un acto en el cuartel de San Quintín en El Pardo. ¡Genio y figura!

Todo comenzó en su casa de A Coruña el 22 de diciembre del 2022, al levantarse: le costaba pronunciar algunas palabras y tenía problemas para mover la lengua. Seis meses más tarde, la comunicación oral le resultaba imposible, presentaba graves problemas de deglución y un neurólogo de Santiago le dio el fatal diagnóstico: ELA bulbar, que, por lo que comprobamos más tarde, es de pronta evolución. «Esto va muy rápido», me dijo el pasado 1 de enero.

La enfermedad aceleró su evolución a partir de septiembre, hasta alimentarse solo por sonda, quedar totalmente paralizado, dormir con una máquina, necesitar otras dos para las flemas y las toses, comunicarse únicamente con el pestañeo de los ojos y depender totalmente de su mujer, Imelda, y de sus hijos, Pablo y Raquel. Eso sí, su cabeza —siempre privilegiada— le funcionó hasta el final. Jamás olvidaré su profunda mirada cuando llegué al hospital.

Durante esos diecisiete meses, su deterioro fue absoluto, pero nunca se quejó, no perdió la calma, mantuvo la dignidad hasta el último aliento. Se preocupaba más por los futuros enfermos de esclerosis lateral amiotrófica que por él. Y donó su cerebro para que los investigadores puedan avanzar en sus trabajos y conseguir un tratamiento eficaz.

Llegó a ser atendido en el Isabel Zendal de Madrid, donde habían acordado un programa ambulatorio personificado. Sin duda, un gran paso para la atención de estos pacientes, que debe completarse con una unidad de internamiento. Lo lamentable es que este centro específico solo existe en Madrid, en el resto de España la situación es dramática: los enfermos tienen que optar por arruinarse o morir. No existen 38 millones de euros para atenderlos a ellos y a sus familias, pero sí para abonárselos a una productora privada para la realización de un programa en la televisión pública.

Una vez más, he sido testigo de nuestro magnífico sistema nacional de salud, de la gran calidad científica y humana de sus profesionales. Es una joya que debemos cuidar y mejorar, por ejemplo en la atención a las enfermedades neurodegenerativas y la salud mental.

Manolo Barrós ha muerto. Fue un leal servidor de España. Un militar que, en palabras de su promoción, «se hacía querer de sus inferiores y desear de sus superiores», comenzando por el rey Felipe y la reina Sofía. Le echaremos mucho de menos. Descanse en paz.