Aun cuando vayamos cumpliendo años y nuestra trayectoria vital se encuentre jalonada de mil y una experiencias que nunca antes hubiéramos podido imaginar, lo cierto es que siempre hay margen para la sorpresa. El tiempo y la evolución de los acontecimientos hacen que, en innumerables ocasiones, lo que creíamos imposible suceda: la irrupción del radicalismo religioso islamista, la desaparición del telón de acero, la caída del muro de Berlín, el desmantelamiento de la URSS, la apertura de China hacia el exterior, las guerras en Afganistán, Irak, Irán, Siria y, ¿cómo no?, en Israel y Palestina, una pandemia mundial, la invasión de Ucrania, el avance imparable de la tecnología y la posibilidad de estar conectados y comunicados con cualquier parte del mundo casi de manera instantánea, la erradicación de la viruela, etcétera.
Pero, desde luego, lo que sí ha resultado sorpresivo es ver cómo el embajador de Israel ante las Naciones Unidas utilizaba una minitrituradora de papel para destruir simbólicamente una carta fundacional de este organismo supranacional. Una demostración muy tangible sobre la frustración que el Gobierno de Netanyahu sintió ante la votación mayoritariamente favorable a la concesión de una mayor representación de la delegación palestina en esta institución. Pese a que los políticos palestinos —entiéndase la organización terrorista Hamás— se niegan a reconocer la posibilidad de dos estados, la ONU ha accedido a dar más presencia a los palestinos.
Desde entonces la violencia ha continuado y todos los esfuerzos por alcanzar no ya la paz, un objetivo a todas luces inalcanzable en esta y probablemente la siguiente generación si no cambian mucho las cosas, sí un alto el fuego. Cuando Blinken lleva a cabo su enésima visita a Oriente Próximo para lograr la aceptación de su plan, Hamás ya ha comunicado sus enmiendas, que no parecen del agrado de Israel. Entretanto, Hamás utiliza a los suyos como escudos humanos, tal y como se demostró con el rescate de cuatro rehenes israelíes, que se saldó con la muerte de un soldado judío y 274 palestinos.
Las negociaciones no parecen tener fin y la gente continúa muriendo. Es un círculo vicioso cuyo final, tristemente, no podemos vislumbrar.