El fantasma del golpe de Estado en Bolivia

 Jorge Quindimil
Jorge Quindimil PROFESOR TITULAR DE DERECHO INTERNACIONAL Y RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDADE DE A CORUÑA

OPINIÓN

STRINGER | EFE

28 jun 2024 . Actualizado a las 15:25 h.

El fantasma de los golpes de Estado volvió a recorrer el mundo esta semana. El comandante general del ejército boliviano, Juan José Zúñiga, inició este miércoles lo que parecía ser un alzamiento militar dirigiéndose a la antigua sede del Gobierno boliviano, Palacio Quemado.

A plena luz del día, en la céntrica plaza Murillo atestada de gente y de cámaras, el general aparcó sus tanquetas, pero no se bajó. Las tanquetas llegaron tranquilamente, sin ningún corte de calles, en medio del tráfico de la ciudad, y no se supo del alzamiento de ningún militar en todo el país. El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, golpeó la puerta de la tanqueta pidiéndole que bajase, mientras el militar hablaba por teléfono.

Tras un buen rato, el general salió sin empuñar armas y, mascando chicle, se puso a esperar la llegada del presidente Luis Arce. El golpista a la espera de que viniese el presidente del Gobierno al que suponía que quería derrocar. Al lado de este general «golpista» Tejero parece Julio César. Si Gila levantase la cabeza…

Los rumores sobre un autogolpe arreciaban. Dos días antes, Zúñiga había dado una polémica e inenarrable entrevista en la que había amenazado veladamente con el uso de la fuerza: «nosotros somos un brazo armado del pueblo y vamos a defender a toda costa los altos intereses de la patria», tildando a Evo Morales de traidor y especulando con su detención. Esa entrevista, que suponía una defensa abierta de postulados oficialistas, generó un rechazo social y político generalizado, pero no supuso su destitución ni tampoco críticas desde instancias oficiales. El mismísimo Grupo de Puebla (quintaesencia del progresismo iberoamericano) emitió una declaración urgente en la que, entre líneas, dejaba caer la idea del autogolpe. No lo digo yo, lo dijo la propia cancillería boliviana en un comunicado de rechazo a dicha declaración, en la que se defendía al expresidente Evo Morales.

En las horas previas a los hechos, algún diputado afirmaba públicamente que la entrevista de Zúñiga formaba parte de la antesala de un autogolpe de Estado. Se acusaba directamente al presidente y su entorno de utilizar la estrategia para ganar popularidad en medio de una grave crisis económica y política, con su enfrentamiento enconado con su otrora jefe, Evo Morales. Ambos tienen la firme intención de presentarse a las elecciones presidenciales del próximo año.

En el 2022, el propio Morales acusó a Zúñiga, experto en inteligencia militar, de urdir una operación para acabar con él, además de haber sido objeto de diversas acusaciones e investigaciones sobre corrupción y narcotráfico. Zúñiga fue detenido y acusó al presidente de idear el autogolpe el pasado domingo. Ahora está por ver el futuro que corran él y Bolivia, por la que campa de nuevo el fantasma de un golpe de Estado. Fantasma por el temor que infunde la expresión, pero también porque quizá haya sido una figuración, una fantasmagoría.