El garañón es un equino cuya única finalidad es la procreación. Un semental. También se denomina así al macho cabrío destinado a la perpetuación de la especie. Alguna vez he soñado con garañones. Pisan el asfalto, las arenas y los bosques. Por donde pasan no regresa la frescura. Imagino que esta ensoñación tiene algo de metáfora. Los malos tiempos, señor, le decían a Pedro Páramo en su particular Comala. No los hemos vivido peores en democracia. Los tiempos, digo. El país camina a golpes de olvido. Pero los buenos sentimientos naufragan. Principalmente, en todo lo referente a las ideologías, las políticas y su mundo relacional. El garañón del rencor, o del odio, cabalga a sus anchas por el planeta. España no se ha librado de él. Zapatero le dijo a Iñaki Gabilondo que entonces, antes de las elecciones del 2008, les convenía tensión. Y la tensión ha crecido exponencialmente. Es una bola de nieve inmensa, colina abajo. Los que conducen el camión cetrino de la política deben levantar el pie. No acelerar. Detenerse. Pensar. España se está convirtiendo en un cuadrilátero. En la montaña por donde corre la bola de nieve. O la pista en la que el garañón del odio luce sus miembros prominentes, su musculatura y fortaleza. Es una pena.
Hace años que he renunciado a todo tipo de redes sociales. Si aparezco en alguna, no soy yo el responsable. Sin embargo, lo que se cuenta en esas redes llega a mis oídos, de una forma u otra. La mensajería es una selva. Las falsedades y los insultos son el pan nuestro de cada día. Desde allí se ha promocionado Alvise Pérez. Ochocientos mil españoles, irracionalmente, le han votado en las europeas. Su relato (ahora se llama así) huele a garañón. El garañón del odio. Uno más. La inquina se ha vuelto viral. No es novedad. Sí lo es, sin embargo, que desde el Gobierno se fustigue al caballo (o macho cabrío) para que procree. No es admisible que un ministro, el señor Puente, haya convertido la animadversión en su palanca. No gestiona (los trenes van como van), su dedicación plena es el agravio. La ofensa. Quizá no sea culpable de nada. Solo un fiel a su señor, aquel que dijo que construiría un muro. Un muro que separase a los buenos (ellos) de los malos (el resto). «Un muro contra la derecha», dijo literalmente Sánchez. Un muro contra los que no piensan como él. Han alimentado al garañón. Y el caballo se ha agigantado. Hace una semana asesinaron a un niño a puñaladas. Ningún miembro del Gobierno dijo nada hasta que se detuvo al asesino confeso: un español. El domingo 18, día de autos, el Gobierno recordaba los 88 años del fusilamiento de García Lorca. No había tiempo para Mateo. Ahora estará en el cielo. Pero no con sus padres. Le sorprendería ver cómo unos acusaban a un musulmán de su asesinato y otros esperaban que no fuese así. ¿Cómo has caído tan bajo, España? Termino: acabemos de una vez por todas con el odio. Es un garañón que nos pisotea y aplasta.