Resulta paradójico que el nombre de una de las líneas de terreno por la que se ha producido mayor derramamiento de sangre en los últimos meses se defina etimológicamente como «amor fraternal». Pero así ha sido bautizada por los israelíes la raya geográfica de 14 kilómetros que separa la Franja de Gaza de Egipto. El corredor Filadelfia para los israelíes, de Saladino para egipcios y palestinos, fue establecido en 1979 como parte de los Acuerdos de Camp David por los que Israel abandonó la península del Sinaí a cambio de la paz. Una vez más vuelve a ser objeto de interés internacional tras la última rueda de prensa del primer ministro israelí. Netanyahu, en un perfecto inglés y con un puntero, mostró al mundo en un mapa dónde se encontraba este límite y qué significa para la seguridad de su país.
En esta educativa charla nos ha explicado por qué rechaza un alto al fuego en Gaza. Según él, la paz no es posible hasta que esta extensión sea impermeable al contrabando de personas y armas. Algo que, según él, no puede lograrse con los avances tecnológicos de hoy en día sino con tropas sobre el terreno. En resumen, Netanyahu, acorralado por las cada vez más numerosas protestas populares contra su gestión, ha intentado justificar por qué se niega a retroceder ni un ápice en su campaña de exterminio de los radicales de Hamás, aunque con ello siga agravando la crisis humanitaria en la que está inmersa Gaza.
Podría decirse que su vocación por acabar con el enemigo más acérrimo de Israel es su única motivación si desconociéramos las causas judiciales que tiene pendientes y no supiéramos que su permanencia en el poder es lo único que impide que se siente en el banquillo de los acusados. Sin embargo, cuando apenas queda un mes para que se cumpla un año de la «inundación de al-Aqsa», tal y como Hamás denomina el ataque del 7 de octubre pasado, resulta cada vez más evidente que la prolongación de esta campaña no solo busca recuperar a los secuestrados y tampoco acabar con el grupo terrorista. Pese a los esfuerzos diplomáticos de EE.UU., Egipto y Catar, está claro que la posibilidad de un «amor fraternal» entre israelíes y palestinos está más lejos que nunca de poder hacerse realidad.