Cualquier hecho extraordinario salió antes en un capítulo de Los Simpson. ¿Quieren ejemplos? Pongamos dos: la presidencia de Donald Trump o los atentados del 11-S.
Pocos peros se le pueden poner a esta fundada creencia de nuestra cultura popular contemporánea, aunque sí conviene reconocer el carácter profético de otra ficción televisiva. Homeland anticipó el catastrófico resultado de la retirada estadounidense de Afganistán, ocurrida en el verano del 2021.
Aquel «si sacamos las tropas, Kabul caerá en seis semanas» se hizo realidad. Otras situaciones, también. Esta semana, a cuenta de las explosiones simultáneas en miles de buscas y walkie-talkies de la milicia Hezbolá, nos volvimos a acordar de la serie de Claire Danes. En la segunda temporada relató un atentado contra un vicepresidente de Estados Unidos, jaqueando su marcapasos. Aquella escena estaba basada en un miedo real. El número dos de George W. Bush, Dick Cheney, ordenó deshabilitar el acceso remoto a su dispositivo cardíaco para evitar posibles pirateos.
El supuesto ataque tecnológico masivo israelí ha reabierto el debate sobre la seguridad de la futura era del internet de las cosas, en la que conviviremos con decenas de objetos conectados, algunos con inteligencia artificial. ¿Nos prestarán grandes servicios y nos harán la vida más fácil? ¿Y nos expondrán a nuevos peligros? Sí y sí.